Zailex y la rima que lo salva

Crónicas

Zailex y la rima que lo salva

El rapero que cree, con fe, que el rap le dará de comer.

 

Los gallos se posicionan en la ronda. Estas bestias de combate no lucen plumas desgarradas; tampoco están armados con alas anchas; ni tienen afiladas las uñas de sus patas. Pero sí portan un pico, uno filoso. Uno que no corta pero sí lastima con un amplio vocabulario. Hoy no hay riña, hay batalla.

El turno de rimar llega a las manos de Zailex. Con su metro sesenta, sus mandíbulas prominentes y una boina que cubre unos rulos desprolijos, quizás no intimidaría a nadie. Pero, el enano, como le llaman, es dueño de una prosa prodigiosa.

Qué me decís vos de antes, qué me decís vos de antes, ¿Qué sos contrincante?

Inició su verso y se plantó con el pie derecho al frente. Apuntando a su rival. En un momento pensé que cargaría su puño para responder. Luego recordé que en las batallas está prohibido el contacto físico.

Lo lamento, amigo, te doy con un bate. No estás preparado para este combate.

Zailex movía los brazos como esquizofrénico. Al son del ritmo que creaba el beatboxer. Los espectadores comenzaban a agarrarse la cabeza. Sabían que se venía un gol.

Hablemos de droga, si quieren me convierto en un transa o en un camello.

Cebar, quizás, es el verbo argentino por excelencia. Significa, básicamente, preparar un mate. El mundo rapero se apropió de la palabra y cambió su significado. Cebarse es conectarse al cien por ciento con la música. Es acariciar la música. Sentirla. Por eso, el verbo llegó a la cabeza de Alexis cuando vio, en manos de Trech –jurado del día y uno de los mejores raperos de la provincia- el mate.

«Dale, Trech, pasame ese mate”, dijo Zailex.  “Que quizás esté más cebado que ellos«, remató. El público explotó en un grito: “Wuooooooh”. Los contrincantes no tuvieron respuesta para ello. Hasta los propios jueces, que debían mantenerse imparciales, agitaron sus brazos. Algunos fruncieron sus rostros, como si no pudieran creer el punchline que había conectado Zailex.

—Hace una banda que no competía -me diría luego de combatir.

Me cuesta creerle. Pienso que tal vez es un intento de falsa humildad. No concibo que uno de los impulsores de las batallas de rap no participe desde hace mucho tiempo.

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*****

Los rayos del sol descienden tímidamente sobre los peatones que pasean por plaza San Martín, en el corazón de Barrio Sur, en San Miguel de Tucumán. Zailex acaba de terminar su jornada laboral. Viste un pantalón negro, una campera marrón y unas zapatillas raídas. Hoy tuvo barrer mucho polvo en el edificio donde se desempeña como ordenanza.

—Salió de la nada –me dice-. Así son los vagos. Hasta para organizar batallas improvisan.

Los vagos, sus amigos, son un grupo de cuarenta personas. En su mayoría son hombres. Apenas logro divisar dos, quizás tres mujeres. La mayoría lleva gorras con viseras rectas, casi cuadradas. Usan ropa ancha, pienso. Demasiado ancha, casi dos talles más grandes que la normal para sus cuerpos: buzos, remeras y camperas que rozan las rodillas. Algunos lucen tintes extravagantes en sus cabellos: azul, rojo, verde. Ninguno aparenta superar los 25 años ni tener menos de 13.

El ambiente es calmo, distendido. Se forman las rondas. En algunas se comparten mates. Abundan las risas, los chistes sobre enfrentamientos pasados y combates internacionales, esos que ven en Youtube. No parece que en una hora este grupo de amigos se batirá en duelo de cruentas palabras.

Ninguno lleva el nombre con el que nació. Todos prefieren usar su nombre de rapero, su alias, su a.k.a (also know as, mejor conocido como…). De repente, la escena de amistad se interrumpe. Uno de los organizadores del evento grita: “Eeeh ¿Quién se va a anotar?”. Con cuaderno y birome se acerca a los distintos grupos para buscar competidores que quieran participar. Hoy los enfrentamientos no serán individuales sino dos versus dos.

—¿Cómo le van a poner al equipo? –dice DMC, organizador y, además, compañero de Zailex en las batallas.

—Como quierás –responde Seca, uno de los amigos de Zailex.

—Dale, ura. Decime.

—Ponele así: Como quierás.

En la fecha, el equipo de Zailex se llamará Enano Negro. Una referencia a su altura y al color cobrizo de la piel de su compañero.

Se cierran las inscripciones. El organizador se aposta en un rincón de la plaza. Necesita estar solo para armar la llave de enfrentamientos.

Los competidores, por su parte, comienzan su etapa de calentamiento. Como si fueran jugadores de fútbol, se predisponen para realizar ejercicios competitivos. Se separan en rondas de cinco o seis raperos. Uno de ellos jugará de beatboxer. Tendrá la misión de usar sus cuerdas vocales, su lengua y sus dientes para tratar de imitar los elementos de una batería: platillos, bombo y caja.

El beatbox suena como una conjunción de ruidos guturales. Es el sonido guía que los freestylers deberán seguir con sus rimas. Es el río por el que sus palabras deberán fluir.

Zailex se mueve con ligereza y naturalidad dentro de la ronda. La hace suya. Actúa de manera egoísta, monopoliza el beatbox con sus rimas. Mueve sus brazos al son de la instrumental. Cada vez que el beatboxer aumenta la instrumental, él repiquetea sus pies. Cuando la base se ralentiza, mueve los brazos con delicadeza y realiza movimientos suaves con su cráneo.

Finalmente decide soltar el balón. Pasarlo a uno de sus compañeros de ronda. N. Fresh, uno de los mejores gallos de la provincia, hace su entrada. Calienta junto a él. No se imagina que en una hora será el verdugo de Zailex. Aunque eso ahora no importa, los dos se ríen e improvisan. “Somos los mejores de este páis”, dice Zailex y cambia a propósito el acento de la palabra. Fresh aprovecha esa distorsión para completar la rima, como si estuvieran conectados telepáticamente. “El Fresh junto al Zai”, completa.

La posta de las rimas recae en Kuvo, la única mujer que participa de la competición. Después, el turno caerá en manos de Seca. Los raperos arrojan dos líneas y esperan que el de al lado complete el compás, que en el caso del rap, es de cuatro líneas.

En la ronda giran los juegos de palabras, calambures, estructuras complicadas, metáforas. Préstamos de las poesías. Recursos que embellecen sus rimas. Juegan, se divierten, festejan. Todavía no tienen la presión de la competición encima.

Luego de treinta minutos, suena el pitido inicial. El precalentamiento terminó: es hora de batallar.

A los pies del monumento al Libertador de América se ubican todos: asistentes, organizadores, competidores. El general presenció muchas batallas en su vida, pero dudo que haya estado en una de rap. “Los jueces de hoy van a ser Niestro, Trech y Sketch”, grita DMC.

Los tres tendrán la misión de analizar el ingenio, la estructura y el contenido de los punchlines. Aguzarán su oído para controlar que ninguno de los raperos se salga del compás. Castigarán a aquel que se trabe con una rima. Y, finalmente, con sus brazos señalarán al equipo vencedor. O, en caso de que no tengan una firme decisión, formarán una cruz con sus brazos para señalar que la batalla debe ir a réplica, a un round de desempate.

El jurado se posiciona en el centro. Necesitan estar concentrados para no perjudicar ni favorecer a alguno de los equipos. Hoy serán enemigos del público, que con sus gritos y festejos puede condicionar su actuación.

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Los espectadores se colocan en un círculo casi perfecto, dejan apenas un espacio para el ring. Su comportamiento es decisivo en las batallas. Pueden arruinar el enfrentamiento o darle un tinte onírico. Todo el tiempo gritan, agitan sus manos y hasta saltan cuando una rima es demasiado ingeniosa.

Los dos primeros equipos saltan a la cancha: Malditos Crew vs Como quierás. El beatboxer de la batalla se posiciona en medio de los dos equipos y suelta la base con sus cuerdas vocales.

Tras escuchar los primeros acordes, el público se ceba. Todos levantan su mano derecha por encima de su cabeza y, sin flexionar el codo, la suben y la bajan. El movimiento es casi mecánico. “Whop Whop Whop”, arengan todos los que conforman la ronda. De repente el organizador silabea: Dí-ce-lo.

Y comienza el duelo. La pelota, o mejor dicho las rimas comienzan a rodar.

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Zailex nació hace 22 años en una humilde casilla de madera en Villa Santillán (barrio ubicado en el noroeste de la capital tucumana). Sus padres lo bautizaron con el nombre de Alexis Fabián Zurita.

El pequeño Alexis pasaba tardes enteras jugando con sus primos, quienes fueron sus únicos amigos de la infancia. Quienes viven en el mismo terreno.

— No tenía muchos amigos. No era mucho de salir mucho a la calle ni nada –me cuenta.

No tuvo una infancia rodeada de lujos pero tampoco tuvo carencia. Pasaba horas arriba de su bicicleta, coleccionaba paquetes de cigarrillos y jugaba a la escondida. Su tranquila niñez cambió cuando su padre le transmitió el gusto por la música.

Tenía 10 años cuando conoció el rock nacional. “Mi viejo era mucho de comprar cd’s. Esos que venían 20 canciones, antes que salga el mp3”, cuenta. Allí escuchó por primera vez “Marcha de la bronca”, canción compuesta por Pedro y Pablo, dúo de rock nacional de la década del 70. “Ahí empecé a conocer la música. Decía ‘sentí esa letra, suena raro’”, relata.

Bronca cuando ríen satisfechos /al haber comprado sus derechos /Bronca cuando se hacen moralistas/y entran a correr a los artistas

Fueron las primeras barras que oyó Alexis.

Así, en medio de letras de protestas, desarrolló un hobbie extraño para alguien de su edad: coleccionar letras de canciones. Después del colegio, Alexis tomaba un cuaderno y un viejo grabador de casetes. Se sentaba al lado de la radio y esperaba que pasaran una canción para grabarla. Si la emisora no la transmitía, tomaba el teléfono y la pedía al aire. Cuando ya la tenía grabada, comenzaba a escribir a mano la letra.

— Yo la ponía en reproducción lenta para ir copiando mientras se iba grabando. Esa era la técnica, darse maña ¿entendés?–dice y sonríe al recordar.

Así, durante cuatro años, Alexis se dedicó a rellenar de letras su cuaderno. En su colección se mezclaban géneros muy variados: rock nacional, cumbia, cuarteto. Artistas de todo tipo: El potro Rodrigo, Piero, Leo Mattioli. Nada de rap.

— Soy tucumano, no he nacido en el Brooklyn –bromea- ¿Entendés? Y bueno, en un tiempo he conocido el reggaetton. Y también me gustaba coleccionar las letras.

Alexis quedó impresionado con la manera de fluír de Daddy Yankee. Comenzó a escuchar más reggaetton. Le llamaba la atención la forma en que los cantantes acoplaban sus rimas a las bases. Luego, esa impresión decantaría en curiosidad.

Tecleó Wikipedia y comenzó a investigar sobre el género. Tras recorrer el artículo que hablaba sobre los orígenes, la etimología de la palabra y los ritmos del género, llegó a los enlaces relacionados. “Decía rap en español –me cuenta-. Entonces entro ahí y la primera banda que te recomendaban era Violadores del Verso (un mítico grupo de rap español)”.

Si empiezo a calentarlo/si tenéis un litro a levantarlo,/no estoy sereno no hay razones para estarlo/no estoy sobrio no hay razones para estarlo.

Las rimas corresponden a la canción “vicios y virtudes”. Fueron las primeras coplas de rap que Alexis escuchó.

El rap comenzó a apoderarse de cada centímetro y cada segundo de su vida. Alexis cambió: se hartó de su nombre. No era uno que lo representaba. Él deseaba tener un alias artístico como todos los raperos. Y lo encontró, casi de casualidad, en una enciclopedia.

Revisando una pila de libros encontró “El mundo del conocimiento. Tomo V”. Era una de esas enciclopedias de conocimiento general que se repartían con la revista Billiken. Allí, en un artículo de geología, encontró la palabra sílex. Un mineral similar al cuarzo. No recuerda bien por qué, pero la palabra le gustó y fue su primer nombre artístico. Lo único que hizo fue reemplazar la letra s por la z: zilex.

Ya tenía nombre, pero todavía no estaba convencido:

—Yo quería que se pronuncie Zailex. Le he agregao la A ¿entendés? para que todo los pronuncien «Zai», Zailex. También ha dado la casualidad que tienen las mismas letras que mi nombre. Y la Z de mi apellido.

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Las batallas de rap suman cada vez más adeptos. Quizás sin saberlo, los gallos son la versión moderna de los payadores. La payada consistía en improvisaciones rimadas acompañadas, generalmente, por una guitarra.

En ocasiones los payadores se enfrentaban con coplas. A esos duelos se los conocía como contrapunto. El competidor debía contestar payando las preguntas que le hacía su rival. Luego, para cerrar, debía preguntar del mismo modo. Las competiciones solían durar horas. Finalizaban cuando uno de los participantes no respondía inmediatamente la pregunta.

Una de las primeras payadas registradas se encuentra en el Martín Fierro de José Hernández. El contrapunto entre el Martín Fierro y el Moreno.

—Martín Fierro: ¡Ah negro!, si sos tan sabio/No tengás ningún recelo;/Pero has tragao el anzuelo,/Y al compás del estrumento/ Has de decirme al momento/Cuál es el canto del cielo.

—El Moreno: Cuentan que de mi color/Dios hizo al hombre primero;/Mas los blancos altaneros,/Los mesmos que lo convidan,/Hasta de nombrarlo olvidan,/Y sólo lo llaman negro.

En la actualidad, los nuevos payadores ya no compiten en la pampa sino en plazas. Los competidores ya no usan bombacha. Las guitarras de fueron reemplazadas por unas bases que mezclaban el funk y la electrónica. El folclore fue reemplazado por un ritmo que se formó a 7.500 kilómetros de la provincia, en Nueva York.

El hip hop nació en la década de los 70. Se forjó en las calles del Bronx, uno de los populosos barrios de la gran manzana. Se caracterizó por ser un género de protesta. Una marca identitaria de las clases bajas. Ritmo que se relacionaba con afroamericanos, jamaiquinos y dominicanos.

El género desembarca en el país en los años 80. En esa época surgen los primeros MC´s argentinos. Era un rap diferente al que nació en Nueva York, mezclaba características del funk. Los primeros solistas fueron: Jazzy Mel, Frost o Mike Dee.

En Tucumán los orígenes parecen muy alejados de ese espíritu callejero con el que nació el rap. No se creó en las plazas, ni en los barrios bajos. Sino que los primeros raperos comenzaron a conectarse por medio del extinto Messenger.

—Había un vaguito que se llamaba Lucas MC en Facebook –me narra Alexis-. Lo agrego y le comienzo a chatear. Le digo «e loco que ¿vos rapeas?». «Sí y ¿vos?», me dice. «Yo ahí ando, pum pum», le digo. «Bueno. Ahí te voy a agregar a un grupo de messenger», me dice.

En esa sala de chat había alrededor de 15 personas. Allí se mezclaban las principales crew’s de la provincia. En ese momento eran: TCM y Word Life. Tenía como único objetivo difundir la cultura por medio de encuentros y juntadas.

Uno de los eventos marcaría la vida de Alexis. En el grupo de chat se realizaría un recital con diversas bandas de rap en un boliche del Abasto –cuando en la zona todavía funcionaban boliches-. El chat decía:

—Léxico: Nos juntemos en el centro o dónde vivís?.

—Alexis: Por la Belgrano y Viamonte.

—Léxico: Ah justo vivo a dos cuadras yo.

—Alexis: Bueno nos juntemos.

Las espesas nubes de lluvia se apoderaron del cielo el día que Alexis debía ir a comprar su entrada para el recital. El adolescente tímido, que no conocía la calle, debía salir a la avenida Belgrano, una de las más transitadas de la provincia.

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—Era la primera vez que salía solo. Era como mirar a todos lados. Chango, era que no sabía por dónde mierda era, si tenía que doblar por aquí o por allá.

Y allí se encontró con Léxico. Como la lluvia se había vuelto densa, lo invitó a su casa a buscar resguardo. Entre risas, discos y rimas se hicieron grandes amigos. Léxico nació con el nombre de Alfredo Liberatore. “Fue un arrebato de adolescente del cual estoy arrepentido”, bromea Alfredo en relación a su apodo.

Las personalidades eran distintas. Alexis era introvertido, recién daba sus primeros pasos y no conocía el ambiente. Alfredo era una persona inquieta, llevaba dos años rapeando y formaba parte de Word Life.

—Nos juntábamos a rapear en su casa. Hacíamos freestyle. Él era una persona urgueta con el tema del sonido y empezó a hacer beat. Vos decís “qué voy a grabar con una pista así, una pista bien chota”. Pero él estaba bien contento porque esa pista era de él –se ríe Alexis.

—Siempre pensé que si usas bases de internet tu tema no está al 100% trabajado –aclara Alfredo.

Así la pasión por el sonido, llevó a Alfredo a fundar su estudio: Maicarron Producciones. “Le pusimos así en referencia a los carreros de Tucumán cuando gritan en el carro, que en realidad dicen ‘maicarron, yegua’”, me explica.

El estudio, en sus inicios, sólo iba a ser utilizado para que Alexis y Alfredo grabaran sus propios temas. Pero luego abrieron sus puertas al público. En 2011, cobraban $ 15 por grabar un tema. En ese precario estudio, chicos que grababan sus primeras canciones, comenzaron a sumarse a su movida.

—Con los vaguitos tirábamos freestyle, improvisábamos. Agarrábamos el diccionario y tirábamos palabras para rimar. Nos curtíamos una banda así. Dos chicos, que habían ido a grabar en el estudio, se hicieron amigos nuestros, sacamos un tema y se formó la banda WL Recordz.

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Las palomas vuelan en dirección a la Catedral de San Miguel de Tucumán. Se apoyan en la cornisa, como si fueran custodios de la virgen que ocupa el centro del templo. En el centro de la calle Laprida, sobre las copas, Zailex me espera. Tiene la espalda pegada a una de las macetas y las piernas estiradas, como si estuviese en el living de su casa. Lee una antología de cuentos policiales. Lleva los pantalones sucios y unas zapatillas raídas. Recién sale de su trabajo como encargado de limpieza en un edificio de la calle Buenos Aires. Cuando llega la hora de hablar de WL Recordz, sus ojos se llenan de chispa, de orgullo. Como si fuera un trofeo personal que guarda. No teme en soltar palabras con tintes de soberbia.

—Ha sido la banda que revolucionó el rap acá en Tucumán y en el norte. Hasta el día de hoy, ningún artista o banda de rap del norte ha sido tan escuchada como WL.

WL Recordz se formó en el estudio de Léxico. Antes de que lo bautizaran como Maicarron, el estudio se llamaba WL Recordz, por la antigua crew a la que pertenecía. Allí, mientras grababan discos, conocieron a Walter Arnaldo Albornoz, a.k.a Black Menor, y a Rodrigo Molina, a.k.a Rem One.

El grupo fomentó el crecimiento de la movida. Fueron los primeros en ser invitados a tocar en semanas de colegios. Llegaron a ser teloneros de grupos con reconocimiento a nivel nacional como: Vampiro Indio, Karma Sudaca y Las manos de Filippi. “Llegamos a tocar frente a mil personas. Algo impensado para una banda de rap en ese entonces ¿entendés?”, me dice Alexis.

Su auge llegó en el año 2013 cuando lanzaron su primer material discográfico: “La piedra en tu zapato”. El álbum contaba con un videoclip, que les ayudó a ganar visibilidad a nivel nacional.

Además de ser reconocidos por su música, la banda fue la primera en organizar de manera bi-semanal batallas de rap. “La parte Nucas” fue el nombre del primer campeonato de batallas de rap en Tucumán. Comenzó a realizarse por primera vez en 2012, en plaza Urquiza. Alexis rememora esos momentos en los que el rap sólo congregaba a una decena de personas:

— Yo  agarraba y hacía de referí, digamos. A mi me gustaba la batalla pero ha llegado un momento que yo he dicho yo la voy a conducir. Hacía que la gente se ponga alrededor y entraba a conversarle. Era como dar una misa a un par de personas.

Durante sus primeros encuentros, a los organizadores les costaba conseguir ocho competidores para realizar el evento. Luego costaba conseguir 16. Hasta que la competencia cobró relevancia y tuvieron que arreglárselas para que pudieran participar más de veinte competidores.

Las batallas y la música llevaron a que la banda rompiera con los límites provinciales. Comenzaron a ser tenidos en cuenta por otras provincias. “Tocamos en Salta. Tocamos en Jujuy. Tocamos en Santiago del Estero. Tocamos en Buenos Aires. Estuvimos en Formosa”, enumera Alexis.

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En Buenos Aires, sobre todo, vivieron su momento de gloria al codearse con los raperos más reconocidos del país. En el puerto se cruzaron con Alejo, uno de los organizadores de la competencia el Quinto Escalón –la más importante a nivel callejero en el país-, quien los recibió.

—Estábamos en un evento que se llamaba ¿Quién habló de división? En el flayer del habían puesto así: «Desde Tucumán, WL Recordz». Corte que nos han dado un alto papel. Y bueno, ahí hemos tenido un alto reconocimiento de bandas como Mala Junta, Núcleo, Planeando Actividad, El Fianru, el Tortu.

Alexis comienza a trabarse al recordar esos momentos. Por momentos pierde mucho el hilo de la conversación y luego lo recupera. Los momentos con WL todavía le pesan.

—Sacábamos un álbum más y un video más y, nacionalmente, ya estaríamos bien parados. En este momento ya estaría viviendo del rap ¡Puta madre! –y se ríe casi trágicamente.

 

Una tarde de 2014, Alexis y Alfredo daban unas vueltas en el auto. Afuera el día estaba gris, parecía un presagio. Alfredo estaciona y le dice: “Mirá yo me voy a salir de la banda”. Alexis ya se la veía venir. Las constantes faltas de sus compañeros lo hicieron dudar sobre la continuidad del grupo.

—Yo le digo: «No, ura, ya era. Porque si vos te vas, la banda se separa». Si hemos estado en una banda que los cuatro hemos empezado, no podés seguir con uno menos. –relata Alexis.

La angustia y la tristeza se apoderaron de la cabeza de Alexis. Se re quebró, como dice. Pero asegura que ese día no lloró. Sino que aprovechó para hacer catarsis: “Me di cuenta que estaba muy dormido, que si quería vivir de esto me tenía poner las pilas”.

Desde entonces Alexis se centró en un disco. Uno que planea desde el 2014. En el que invirtió gran cantidad de tiempo y dinero. “Recién ahora lo estoy terminando. Me falta ver en qué formato lo saco”, dice.

07

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Un viento fuerte me agarra desprevenido. Las nubes monopolizan el manto celestial y arruinan la soleada tarde. Afuera, unos obreros se encargan de derribar las naranjas de los árboles que adornan Barrio Sur.

En una de las sedes del Partido de los Trabajadores Socialistas, un grupo de chicos carga parlantes, tiende cables y corren de un lado para el otro. Hoy se realizará el evento Todo Terreno Hip Hop, que organiza la KTFTCM Crew. Los organizadores corren apurados, debido a un cambio de último momento. El evento apuntaba a reunir los distintos elementos del hip hop: batallas, bandas en vivo, skate y hip hop. Pero el cambio de sede los obligó a cancelar la participación de graffiteros y skaters.

La fiesta se realizará en la terraza. Para llegar allí hay que atravesar un largo y estrecho pasillo. A los costados me encuentro con organizadores, con asistentes, con algunos de los raperos que en un rato participarán.

—Hola, loco ¿Cómo estás?

Me estiran la mano, apenas la estrechan, y, como por inercia, chocan su hombro derecho con el mío. No estoy acostumbrado a ello. Pero me siento respetado y bienvenido. Algunos varían el saludo y en lugar de chocar los hombros, golpean su pecho con el puño luego de estrechar las manos.

Llego a la terraza, allí se desarrollará el evento. En el ambiente flota el humo. Una mezcla de cannabis y tabaco. El olor a marihuana es muy fuerte y constantemente el porro pasa de mano en mano. En el lugar hay unas 50 personas. Otra vez los hombres son mayoría, diviso menos de una decena de mujeres.

Con su boina, Zailex comparte risas con sus amigos. Está distendido, no tiene con intenciones de competir. Hoy sólo quiere cantar. Presentarle al mundo parte del nuevo material que está preparando desde 2014, cuando se separó la WL.

—Al disco este –me señala- lo vengo preparando desde el 2014. He estado mucho en la droga, mucha joda ¿entendés? Cosa que también ahora he cambiado mucho.

El ambiente está extasiado. Sobra la emoción: saltan, gritan y, sobre todo, rapean. Sueltan fuertes carcajadas. Se pasan cigarros y porros. Y, como siempre, en el centro de la charla está el rap: “árbol, sepáralo y dice ár-bol”, dice Zeuda, rapero y amigo de Zailex, que luego sería uno de los ganadores del evento. La rima a la que hace referencia es a una que Aczino, uno de los mejores freestylers del mundo, lanzó durante la última Red Bull Batalla de los Gallos Internacional. La Red Bull vendría a ser el mundial de fútbol de freestyle, el torneo al que los mejores batalladores aspiran.

—¿Por qué habrá dicho así Aczino? Quedó como un pelotudo. ¿Vos qué opinás? –me señalan.

—No sé. No conozco la rima –miento. Desde hace dos años que veo cada batalla de rap en el mundo.

Mariano Lobo, uno de los organizadores de la competencia, se para en el centro y grita: “Atención, quiénes se van a anotar en el filtro para las batallas”. El filtro es la clasificatoria para ingresar a la competencia principal: se debate quién tendrá el derecho a participar.

Antes de que empiecen las batallas, irrumpe en la escena el animador o host, como se los conoce en el ambiente del rap. Jose Luis Villarreal, a.k.a Josh The Dog. Uno de los más conocidos en el mundo del rap tucumano.

Josh se mueve con naturalidad con el micrófono en mano. Baila con cada pista y contagia emoción a todos. Hace un gran trabajo. “Que pasen al escenario…N. Fresh, Kuvo y Jassssss”.

Cuando los mc`s están en el frente dice:

—Ahí tienen sus armas para el contrapunto. La herramienta para trabajar –señala los micrófonos-. ¿Qué quiere la gente? –grita.

¡Qué se maten!, Gritan desde el público.

—¡Tucumán! –grita de nuevo.

¡Hip Hop! Responden todos. El público parece conocer todo el repertorio de frases de Josh.

Estoy al lado de Alexis. Que mueve su cabeza como uno de esos muñequitos que se colocan en la guantera del auto. Agita las manos. Celebra con un grito el ingenio de los acotes. Al final de cada batalla dice: “Alto fristail, alto fristail”.

Las batallas finalizan. Se produce la primera transición. El dj reproduce beats de 8 mile, película de Eminem y otras canciones de rap clásico. Todas son canciones sin letra.

Las instrumentales sin letra son terreno fértil para los raperos. Inmediatamente se crean seis rondas en la fiesta. Dentro de cada ronda hay un freestyler que intenta seguir la base y construir música con ella. Es inevitable, los beats obligan a improvisar a los raperos.

Veo movimientos esquizofrénicos. Manos agitándose, quizás por las rimas que sueltan los raperos durante las distintas improvisaciones. Así se divierten. Mueven las manos ante cada instrumental y celebran las ingeniosas de sus amigos. En cada ronda gira un porro.

Las batallas se detienen. Alexis se separa del público. Llegó su turno de retumbar en los parlantes. Toma el micrófono como un albañil toma su herramienta. “You you you”, dice al tomarlo. Al lado tiene al host, Josh The Dog, quien lo secundará.

A Zailex no le importa que en frente haya 50 o 1000 personas. Él canta con pasión. Sus movimientos son más lentos. Su voz es más profunda, desaparece por completo ese acento tucumano. Por magia del rap, de su vocabulario desaparecen todas las muletillas.

Arranca con una canción bastante lenta. El público, como en cámara lenta, mueve sus brazos al ritmo de su letra. Su canción parece romper con el ambiente agitado y veloz que hay en el ambiente.

—Poneme la otra pista –le pide Alexis al dj.

La otra pista es mucho más fuerte, más movida: Homo sapiens que fuma porquería/El maldito mono que nunca ha bailado su coreografía. El público cabecea como por inercia. Las manos suben y bajan. Algunos, como si fuese algo ilegal, se cubren las caras en señal de respeto. Esto se debe a que en la década del 90, los raperos cubrían sus rostros con pañuelos o sus propias vestimentas para ocultarse de la policía.

Alexis se mueve con soltura. Cierra los ojos al cantar sus propios temas, como si no le importara la gente que lo rodea.

Sus beats y sus letras me llevan a soltar mi libreta. A tirar mis apuntes a la mierda y dejar mi punto de vista de espectador. Me sumo a la movida. No entiendo la letra pero sí logro captar el sentimiento con el que Zailex canta.

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Alexis duerme en una pieza que apenas supera los cuatro metros cuadrados. Sus paredes son de madera. En el dintel de su puerta está escrita su marca: “Zaileex”. Sobre su cama, una pequeña repisa acumula decena de libros. Me da la impresión de que un mínimo contacto derribará la pila de textos.

—Me gusta leer. Más que todo me gustan las novelas. Mis favoritas, las policiales. LA clásica y la más conocida de Yerlock Holms –me cuenta.

En la casa de Alexis no hay nadie. Me comenta que pasa poco tiempo en su casa desde que conoció el rap. Ya no es aquel que le tenía miedo a la calle, convirtió la plaza en una especie de segundo hogar.

Uno de sus sueños es poder vivir del rap. Poder comprar casas, autos y mantener a su familia. Dejar de limpiar edificios para centrarse en su música. Los sueños no son muy distintos del de cualquier cantante.

— ¿Vos crees que el rap te va a dar de comer?

—No es creer. Es que el rap me va a dar de comer. No es que creo de creer, sino que creo con fe.

—Pero sos consciente de que los raperos tienden a retirarse jóvenes o que hay pocos que superan los 30 años ¿Vos crees que vas a llegar a viejo?

—Sí. Sí. Seguir tocando. Mirá Kase.O sigue tocando (exlíder de Violadores del Verso, 37 años). Tiene mucho que ver el hecho de que haya sido referencia en el rap de España. Pero no lo veo imposible.

El camino es largo pero nunca pensó en rendirse. Afirma que en su familia existen algunos parientes que no creen en su arte, que la consideran una pérdida de tiempo. Pero nada lo detiene.

— ¿No te deprime pensar que es complicado triunfar con el rap?

—Sí. Obviamente. Siempre hay subas y bajas pero últimamente no tanto. Pero si estaba eso de decir puta madre….eeee yo cuando era chico era re estudioso, corte que apuntaba para ingeniero ¿entendés?

Cuando llegan esos momentos, a Alexis le gusta acostarse en su cama. Calzarse los auriculares y escuchar su canción favorita. Una que él compuso: “Aprendamos a vivir”. A veces me pregunto/qué es tener la vida resuelta/Tener familia y comer juntos /Y con tu amor dormir la siesta.

La escribió en un momento especial. No tenía trabajo, ni dinero para comer.

—Hay veces que digo: “mierda, culiao, si no hubiera conocido el rap ya estuviera recibido, ganando millones de peso” ¿me entendés? Pero bueno capaz que no se trata de eso.

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