Belleza tucumana

Crónicas de Acá

Belleza tucumana

Tiene 23 años y es la actual Miss Universo Argentina. En diciembre del año pasado fue a Las Vegas a representar al país en uno de los certámenes de belleza más importantes del planeta. La historia de esta tucumana que desfiló ante los ojos del mundo.

Cuando Camila Solórzano bajó los seis escalones blancos en el amplio escenario del teatro Planet Hollywood de Las Vegas, millones de personas la estaban mirando por televisión en más de 190 países. Las cámaras de la cadena estadounidense NBC la tomaron como a una más de las 89 concursantes del certamen internacional de belleza Miss Universo. Pero en esos siete segundos en que el mundo pudo verla por primera vez, la que desfilaba sonriente con un vestido ajustado amarillo y dejaba ver sus largas piernas, era una chica tucumana que nunca imaginó llegar a ese lugar cuando con apenas cuatro años había comenzado danzas clásicas en una pequeña sala de Tafí Viejo. Esas clases que tomó con Claudia, su tía bailarina, y que luego se prolongarían durante más de diez años fueron las que, entre otras cosas, moldearían la figura y la manera de caminar de una Camila desenvuelta que ahora el mundo descubría.

Pero aquélla noche en Las Vegas, la del 19 de diciembre de 2012, Camila ya no era aquélla niña de la infancia tranquila y feliz en Tafí Viejo, no era la que iba sola a la escuela Fray Cayetano porque su hermano no la esperaba para que fueran juntos, no era la adolescente de un metro ochenta de la que se burlaban sus compañeras del colegio por su gran estatura ni la muchachita tímida que sentía vergüenza de subir a una pasarela. Ahora, Camila Solórzano estaba parada allí, con sus 23 años, sus rasgos marcados, su piel morena, sus cabellos negros, sus ojos grandes y su sonrisa amplia en un imponente escenario de un teatro de Las Vegas, ante más de siete mil personas que con pancartas, gritos y banderas llenaron de calor esa fría noche de invierno. Ahora, Camila Solórzano estaba representando a la Argentina en la edición 61 de Miss Universo, uno de los concursos de belleza femenina más importantes del planeta, sabiendo pero quizás no dándose cuenta que así como la miraron desfilar en muchas pasarelas de Tucumán, ahora en la primera fila estaba Donald Trump, uno de los empresarios más ricos del mundo y propietario del certamen.

Lejos habían quedado las burlas de otros años, la timidez adolescente, su Tafí Viejo natal.

Ahora, Camila Solórzano era una reina, argentina y tucumana, ante los ojos del mundo.

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Dos meses antes de aquélla noche de diciembre en Las Vegas, Camila Solórzano ni siquiera podía imaginar lo que vendría. Para llegar a un concurso como Miss Universo, primero había que ser Miss Tucumán y después, lo más difícil: ganar Miss Universo Argentina. Pero Camila no tenía ni siquiera la corona provincial cuando un lunes de octubre, mientras estaba en alguna calle de Tucumán, recibió un llamado inesperado:

– El viernes eligen a la Miss Universo Argentina, tenés que viajar urgente a Buenos Aires a representar a Tucumán.

– ¡Qué?!, -dijo Camila- ¿así tan rápido?, ¿en tan poco tiempo? No, no voy. Me tengo que preparar. Si yo voy, voy a ganar.

– Pensalo bien y respondeme hasta el miércoles. Yo confío en vos, quiero que vayás vos.

Quien había llamado era Marcelo González, preparador de reinas de belleza y representante en Tucumán de la Organización Miss Universo Argentina. Marcelo y Camila se habían conocido en un desfile en Santiago del Estero, en 2008. Inmediatamente después comenzaron a trabajar juntos. Camila les enseñaba baile, postura y pasarela a las alumnas de Marcelo.

Esta vez no había tiempo ni apoyo para hacer un casting o un certamen provincial. A Marcelo lo llamaron a último momento y tenía que enviar a alguien de Tucumán. Pensó en Camila sin dudarlo. La conocía bien, sabía que estaba preparada. No había tiempo que perder.

Camila decidió finalmente ir a Buenos Aires a representar a la provincia en el certamen nacional. Pero antes de viajar, ocurrió algo impensado: el concurso se había suspendido. Un mes después, ya en noviembre, pensó que todo quedaría en la nada, pero el destino ya estaba marcado. Un domingo de ese mes, recibió otro llamado inesperado: la elección de la Miss Universo Argentina sería el martes a la noche. Faltaban dos días.

Sin una preparación especial para el certamen como suele hacerse, Camila viajó a Buenos Aires a participar del concurso nacional. Ya nadie la esperaba cuando llegó al teatro Metropolitan de Buenos Aires esa noche del 6 de noviembre, después de tomarse un avión esa mañana y de cambiarse y arreglarse sola en el hotel. Los únicos que la conocían en ese teatro porteño eran su primo Luciano y su novia. Ambos vivían en Buenos Aires y habían ido a verla.

Personalidades del espectáculo y de la moda nacional se dieron cita en la avenida Corrientes para elegir a la Miss Universo Argentina 2012, quien sería reina por un año y representaría a la Argentina en Las Vegas, en el Miss Universo internacional. En el jurado estaban el estilista Roberto Piazza, la ex modelo Anamá Ferreyra, el cantante Raúl Lavié, la vedette Iliana Calabró, la diseñadora Verónica de la Canal, entre otros.

Cada una de las representantes provinciales hizo una pasada en traje de baño y otra en vestido de noche para que el jurado evaluara y, posteriormente, eligiera a la nueva reina junto a sus dos princesas. Cuando llegó el momento de dar el veredicto, el conductor del certamen dio el nombre de la segunda princesa: la candidata de San Luis, Antonella Ponso. Después, el de la primera: la candidata de Salta, Camila Valdéz.

Y antes de nombrar a la reina dijo esto: “la ganadora viene de una provincia donde hay muy ricas empanadas”.

Al oír esto, Camila se puso más nerviosa de lo que estaba. Sintió que los ojos de la platea y de sus compañeras giraban para mirarla. Las ricas empanadas podrían haber sido de Salta, pero ya había sido nombrada primera princesa; podría haber sido de Jujuy, pero esa noche la provincia vecina no tenía representante. La banda en su pecho con la palabra Tucumán la delataba. Y sí, las empanadas más ricas son las de Tucumán y eso no admite discusión. Así que cuando dijeron su nombre, entre aplausos y felicitaciones, a Camila ya le estaban poniendo una corona sobre la cabeza, una banda blanca que atravesaba su torso con la inscripción “Miss Universo Argentina 2012” en letras doradas y un ramo de rosas en sus brazos.

Su primo Luciano le sacó una foto con la corona y la publicó en Facebook. El evento no fue transmitido por ningún canal de televisión ni por internet. Su familia, en Tucumán, se enteró de la noticia a través de esa foto. Muchos allegados que ni sabían de su participación en el certamen comenzaron a llamarla. Esa noche, Camila se desocupó a las tres de la mañana de las entrevistas, los flashes y los llamados. Volvió al hotel y al día siguiente aterrizaba en Tucumán siendo Miss Universo Argentina 2012.

Un mes antes, Camila era una modelo más caminando por las calles de Tucumán. Un mes después, estaría en Las Vegas compitiendo por la corona universal.

Pero no todo son rosas en la carrera de una reina de belleza. Se sabe, la naturaleza humana suele ceder ante la tentación de la crítica despiadada; y en un ambiente tan competitivo como este, donde la belleza puede juzgarse de muchas maneras, las espinas no tardaron en llegar para Camila.

Al obtener la corona de Miss Universo Argentina, su exposición en los medios creció. Periódicos, revistas y portales de todo el mundo dieron a conocer el nombre y la figura de la representante argentina en el Miss Universo mundial que iba a celebrarse en Las Vegas. Y con la exposición, llegaron las opiniones negativas.

Tuve oportunidad de leer algunas de ellas en algunos portales, incluso en las redes sociales donde tanto ella como la organización del certamen tienen sus páginas oficiales. Lo que más se le criticaba es que no representaba a la belleza de mujer argentina. Me pregunté entonces si la belleza argentina es una sola, y si es una sola, dónde está, cuál sería, a quién le pertenece. Pero también leí las otras críticas, las impiadosas, las que rozan el insulto, las que pueden llegar a lastimar a cualquier persona, las que no construyen nada, como las espinas.

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La casa ubicada en barrio norte, en San Miguel de Tucumán, tiene una sala amplia con sillones de cuero negro y dos cubos que sirven de apoyo a mi grabador. Camila me abre la puerta y me hace pasar. Como si su altura no fuera suficiente, lleva puestas unas sandalias con plataforma, un chupín azul y una musculosa negra. Por lo poco que sé de maquillaje, alcanzo a darme cuenta que lleva los ojos delineados.

Son las ocho de la noche de un día caluroso de enero en Tucumán. El bullicio de la plaza de enfrente se prolonga por la ventana grande y abierta que da a la calle. Desde donde estoy sentado alcanzo a ver a muchas chicas corriendo, caminando, haciendo ejercicios, andando en rollers. Pienso que muchas de ellas podrían participar de certámenes de belleza si lo quisieran, e incluso, ganar.

Pero ahora estoy con Camila que se sienta frente a mí, al principio un poco retraída, después más suelta y sin dejar de hablar, lo que sin duda facilitará mi trabajo. Renata y Lolita entran al living, suben al sillón, olfatean todo. Son dos inquietas y minúsculas perras Pincher que nos acompañarán durante las entrevistas.

Tengo la tentación de empezar preguntándole por Las Vegas, la experiencia cumbre de su carrera como reina de belleza y modelo y, en cierta manera, la razón de esta crónica. Pero antes de eso prefiero conocer a la chica detrás de la modelo; la que nació y creció en Tafí Viejo hasta los 13 años y vino a San Miguel de Tucumán con su familia sin poder despegarse nunca de allá; la que hizo 10 años de danzas clásicas y tuvo que dejar cuando su altura comenzó a hacerse demasiado incómoda para una bailarina; la que a los 16 entró a la escuela de modelos de Roberto Pérez Nazar; la que a los 18 viajó sola a Filipinas a participar del Miss Tierra 2008, otro de los grandes certámenes internacionales; la que a los 20 fue otra vez sola pero a la isla de Saint Martin al Miss Caribean Hibbiscus 2010; la que estudia Marketing en la Unsta y está sentada frente a mí contándome esto mientras su madre nos trae jugo de naranja fresco para mitigar el calor.

Comenzamos hablando de los certámenes de belleza más importantes. Le pregunto cuáles son y me enumera cuatro: Miss Universo, de Estados Unidos; Miss Mundo, de Inglaterra; Miss International, de Japón; y Miss Tierra, de Filipinas. “La gente suele confundirlos bastante pero en realidad son certámenes bien distintos, con perfiles de reinas diferentes”, explica quizás sin dimensionar que de ésos cuatro, ella participó de dos.

Le pregunto si conoce a alguna otra tucumana que haya llegado a participar de algún certamen mundial, como ella. Me dice que hubo alguien en la década del 70 pero que no recuerda su nombre. Voy a los archivos. Descubro que se refiere a Rosa del Valle Santillán, la única tucumana junto a Camila que llegó a participar de un Miss Universo. Fue en 1975, cuando el certamen se celebró en El Salvador. Las crónicas de la época definieron a Rosa como “el rostro más bello de la Argentina” ese año. Hoy forma parte, junto a Camila, de las únicas tucumanas en participar de uno de los dos concursos más importantes del mundo. Seguimos conversando.

– ¿Qué obligaciones tiene una Miss Universo Argentina como vos?

– Mi obligación es ayudar a la sociedad en todo lo que pueda, participar en eventos solidarios. Al ser Miss Argentina yo me convierto por un año en embajadora y vocera de una fundación que ayuda a niños necesitados y con VIH (NdR: Fundamind). No somos sólo modelos. Las modelos trabajan para una marca, las reinas para la sociedad.

-¿Y para vos qué es la belleza?

– Para mí la belleza es mirarte al espejo y sentirte bien. Sentirte bien con lo que tengas por fuera y por dentro. Poder estar bien con las personas. Lo que para vos puede ser bello para otro no. Cada uno tiene su sentido de la belleza.

-Cuando ganaste Miss Universo Argentina algunos te criticaron justamente eso. ¿Cómo lo tomaste?

– Sí, cuando salí elegida nadie me conocía. Salieron más notas sobre mí de a poco, entonces ahí hubo un grupo de gente que me criticaba mucho. Pero también comenzaron a llegarme mensajes lindos.

– ¿Te afectaron las críticas?

– Nunca es lindo que te critiquen lo que estás tratando de mostrar. Pero es gente que habla mal porque quiere eso, que leas y te sientas mal. Recibí muchos mensajes de gente que me decía que cambie alguna cosa o mejore otra. Y eso es bueno. Obviamente que puede haber cosas mías que no gusten a todos, pero que lo digan bien.

– ¿Será envidia?

– Más que nada porque la gente de cada país critica a las demás reinas. En vez de hablar bien de sus misses, hablan mal de las otras, se llegan a decir cosas feas. Pero por suerte, después de mi paso por Las Vegas, los mismos que me criticaron me felicitaron por mi desempeño allá.

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Pensar la belleza, determinar si algo es bello o no, de dónde proviene o para qué sirve han sido unos de los grandes desafíos intelectuales de todos los tiempos. Algo que ha dado lugar a debates, libros, ensayos y un sinfín de discusiones. Desde Jenofonte y Platón en la antigüedad a Umberto Eco en nuestros tiempos, por citar a algunos, todos se han preguntado qué es y dónde está la belleza: en la música, en las artes, en la poesía, en la mujer o el varón.

Fue recién a principios de los años 20, en la costa este de Estados Unidos, cuando unos empresarios norteamericanos pensaron en hacer concursos para buscar a la más bella de todas las mujeres. Pero lo que encontraron fue un gran negocio, que sigue hasta hoy.

Quizás emulando esa antigua costumbre europea de elegir reyes y reinas que representasen las virtudes de una nación, los concursos de belleza nacieron para elegir nuevas reinas que simbolicen la beldad femenina de un país o una región. Y a partir de la década del 50, los concursos tomaron la forma con que se los conocen hasta hoy.

El certamen de belleza femenina Miss Universo, el mismo en el que participó Camila, es uno de los más antiguos y populares. Creado en 1952, en Long Beach, California, tuvo en aquélla primera experiencia sólo 30 participantes, casi un tercio de las que participaron en 2012. El certamen fue creciendo en popularidad hasta que en 1960 la televisora CBS lo compró y lo trasladó a Miami Beach, en Florida. Con la ayuda de la televisión, el concurso comenzó a transmitirse en varios países y a partir de 1972 su sede se trasladó de Miami a otros puntos del planeta.

En 1996, el magnate estadounidense Donald Trump compró la licencia del certamen cuyos dueños ahora son él y la cadena de televisión NBC.

Junto al certamen Miss Mundo, el Miss Universo está entre los más codiciados por las reinas de belleza de todos los países. En Argentina, al igual que Camila, son muchas las que pasaron por algunos de ellos: Isabel Sarli (Miss Argentina 1955), Susana Romero (Miss Argentina 1973), Adriana Salgueiro (Miss Argentina 1976), por citar las más conocidas. Pero ninguna de éstas pudo ganar un concurso mundial. Las que sí lo hicieron son tres: Norma Beatriz Nolan, Miss Universo 1962; Norma Capaggli, Miss Mundo 1960, y por último, Silvana Suárez, Miss Mundo 1978.

Fue la época dorada de las reinas argentinas de belleza. Desde entonces, la corona mundial nunca más volvió al país.

Marcelo González es un cazador de reinas de belleza. Además de haber sido una parte importante en la formación de Camila y de haberla enviado a participar del Miss Universo Argentina en Buenos Aires.

Estamos en su casa en Tafí Viejo, justo al frente de los altos paredones de los antiguos talleres ferroviarios. Este profesor de inglés y capacitador informático en sistemas tiene 45 años, una esposa, tres hijos y un hobby: estudiar la historia de las reinas de belleza de todos los tiempos.

“Yo escribí la historia de las misses argentinas”, me cuenta mientras me muestra carpetas interminables de tapas duras y argollas con los recortes de los diarios de todas las reinas de belleza de Argentina y el mundo.

Cuando le pregunto cómo fue que se le ocurrió tan extraña tarea, me responde:

“Empecé a los 12 años. Estaba en Salta mirando la elección de la reina de los estudiantes y quedé obnubilado por la hermosura de la ganadora de ese año. Me llamó la atención, empecé a ver mucho los concursos. Se convirtió en una pasión”.

Marcelo comenzó a indagar en la historia de las misses argentinas en revistas, diarios, bibliotecas, bodegones y en cuanto lugar existiera con información sobre las reinas de belleza nacional. Era común que viajara a Buenos Aires, a Córdoba o a Santa Fé a visitar los archivos de los periódicos o bibliotecas municipales quedándose horas juntando información.

-¿Y te acordás el nombre de aquélla reina de los estudiantes que te obnubiló?, le pregunto como tomándole una prueba de sus conocimientos.

-Claro, es la jujeña Karen Hallberg. Fue reina de los estudiantes en 1980, en Salta. Hoy es una de las científicas más importantes del país, recibida en el Balseiro. Hermosa mujer y, además, inteligente.

Marcelo está de pie frente a la mesa de la cocina. Sobre ella hojea una de las ocho carpetas llenas de recortes y rostros bellos. De cada foto me cuenta una historia con datos precisos: nombres, edades, provincias, concursos, maridos, amantes, hijos, todo. “Sabés la guita que invertí en esto”, me dice y se ríe.

En una de las hojas, me enseña orgulloso un autógrafo de Isabel Sarli, Miss Argentina 1955, junto a varias fotos de la actriz. “Decime si no es una modelo de ahora”, exclama y sigue hojeando. Luego, aparece una imagen de Anita Ekberg, la memorable actriz de La Dolce Vita, de Federico Fellini. “Anita fue Miss Suecia 1951 y participó del Miss Universo al año siguiente”.

Marcelo se autodenomina “missólogo”, es decir, el que se dedica a la historia de las misses. “Yo soy uno de los pocos en Argentina, pero hay centenares en el mundo. Somos fanáticos”, me cuenta y, por lo que veo, le creo.

Tuvo un breve paso por el modelaje en Tucumán durante la década del 80. Favorecido por su gran altura (mide 1.91), cursó los dos años de la escuela de modelos y trabajó para la tienda tucumana Stambler. Después decidió dejarlo para dedicarse a su profesión, aunque en los tiempos libres formaba mujeres aspirantes a reinas de belleza. Les enseñaba a caminar, cómo pararse, cómo hablar, cómo expresar la belleza en un concurso. Pronto lo llamaron de jurado para los certámenes. Así fue que en un desfile conoció a Camila.

“Cuando la conocí, la timidez la mataba. No estaba acostumbrada a estar siendo observada, al trato con la gente. Era muy reservada. Pero con el tiempo fue creciendo en eso. Sus experiencias en Filipinas y en Saint Martin la ayudaron muchísimo”, afirma.

– ¿Qué virtudes viste en ella para elegirla el año pasado?

-Su belleza particular. Es una belleza muy de nosotros. Pero también la altura, la elegancia, la dulzura, la femineidad que es innata en ella. Culturalmente tiene mucha preparación y la danza ha hecho mucho por su estilo al caminar. Camila la descose en la pasarela.

– ¿Algún defecto no me vas a decir, verdad?

– (Sonríe) Camila es una chica que ha desarrollado mucho su carisma y su personalidad. Es una lady, una señorita, es toda una reina.

– Sin embargo, cuando ganó el Miss Universo Argentina fue criticada.

– La criticaron por sus rasgos que a mí me parecen muy atractivos. Eso es un concepto de belleza que muchos no entienden. Hoy la belleza está catalogada como la de la barbie. Si uno busca en el diccionario la belleza, dice que es todo lo que agrada a los ojos. Y ella es una mujer bella y agradable, y tiene sus rasgos particulares. Creo que eso la hizo ganar en Buenos Aires: la particularidad de su belleza. Las otras eran todas barbies.

-¿Y cómo la viste en su participación en Las Vegas?

– La verdad que yo he visto candidatas que al lado de Camila no tenían nada que hacer. En los pronósticos previos de los especialistas, Camila llegó a estar en el puesto 15. Por qué no entró entre las finalistas, no lo sé. Tiene mucho que ver lo que vio el jurado en el momento.

– Esa noche no habrás dormido…

– No me despegaba de Internet. Cuando en el certamen dijeron Tucumán me emocioné mucho.

Marcelo González selecciona y envía, desde 2009, las candidatas de Tucumán al Miss Universo Argentina y al Miss Teenager Argentina, un concurso nuevo de adolescentes de entre 14 y 18 años. Pero este cazador de reinas de belleza, no sólo las busca en las escuelas de modelo o en las agencias. Me cuenta que más de una vez interceptó a chicas bonitas en el centro tucumano para invitarlas a participar de los certámenes.

“Si mi mujer fuese celosa ya me habría matado. Pero ella es de lujo y entiende lo que hago”, aclara.

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El 2 de diciembre de 2012, Camila aterrizó en Las Vegas en un vuelo de American Airlines proveniente de Dallas, donde había hecho escala desde Buenos Aires. Al llegar al aeropuerto internacional de McCarran, vio a un hombre con un cartel que decía “Miss Argentina”, se dirigió hacia él y, junto a otros cuatro que cargaron sus valijas, fueron a una camioneta negra con vidrios polarizados, lujosa y con minibar. Tardó 20 minutos en llegar al Hotel Planet Hollywood donde la esperaban las reinas de los otros 88 países. Allí la recibió también una supervisora, la que se encarga de coordinar las actividades de las candidatas y pensar en todo lo necesario para que a ellas no les faltara nada.

“Lo que más me sorprendió fue la producción y la organización. Fue increíble. No había ningún detalle descuidado. Había un salón enorme con comida, bebidas, café e internet exclusivamente para nosotras. Cuando no teníamos actividades, estábamos ahí”, dice.

Es la segunda vez que nos encontramos en su casa. Esta vez, Camila lleva puesto un vestido rojo con lunares azules por encima de las rodillas en donde observo una cicatriz. Lleva el pelo recogido. Cuando habla de Las Vegas, se le iluminan los ojos, esos ojos grandes otra vez cuidadosamente delineados. Volvió hace poco y todavía conserva el entusiasmo por lo vivido.

A Las Vegas la describe como otro mundo: los hoteles lujosos, las personas amontonadas haciendo el chek-in, las personas jugando en los casinos, las personas con disfraces, las personas raras en las calles con carteles que dicen ‘ayudenmé, quiero comprar marihuana´.

Sin embargo, según lo que cuenta, en este tipo de concursos no hay tiempo para nada. El trabajo suele ser arduo.

– Nos levantábamos a las seis de la mañana todos los días y ahí empezábamos nuestra jornada: entrevistas con los medios, fotos con diferentes fotógrafos, pruebas de vestuarios, ensayos en el teatro para el evento.

– ¿No salieron nunca?

– Fuimos a una organización que trabaja con chicos discapacitados, a conocer otros hoteles y a ver algunos espectáculos. Pero este concurso fue corto, duró 17 días; generalmente duran un mes. La intensidad de las actividades era mucha y los ensayos también.

– Estando en Las Vegas habrán ido alguna noche a bailar.

– Una sola noche, al boliche de un sponsor. Pero estuvimos dos horas solamente y nos volvimos. Estábamos rodeados de gente de la seguridad del concurso. Si queríamos ir al baño, íbamos con nuestra supervisora. Imaginate que si le pasa algo a alguna candidata es responsabilidad de ellos, así que nos cuidaron mucho, nos trataron muy bien.

-¿Pudiste verlo a Donald Trump?

– Lo vimos un día antes de la final. Fue al teatro donde estábamos ensayando y saludó gentilmente a cada una de las candidatas. Nos sacamos una foto. Después se quedó sentado abajo viendo el ensayo. En la final también estuvo ahí, viendo todo.

Si bien la final era el 19 de diciembre, desde el primer día las candidatas ya comienzan a concursar. Sin saber que el jurado está mezclado entre ellas, se les observa las formas de comportamiento, de hablar, de vestirse, de ser solidarias en el conjunto del grupo. Luego, tienen entrevistas personales con ellos en donde se evalúa cara a cara opiniones, cultura general, modos de expresarse.

Una semana antes de la gran noche de la final, es la competencia preliminar. Allí las 89 candidatas desfilan en traje de noche y traje de baño. Todo ocurre en el mismo teatro de la final, el Planet Hollywood, que está en la zona sur del Boulevard Las Vegas, la arteria principal de la ciudad. En esa instancia el jurado ya va eligiendo a las preferidas. Luego de las preliminares, llega el turno de la elección del traje típico: cada participante lleva un vestido de fantasía, algo llamativo y diferente cuyo diseño y color haga alguna referencia al país de origen.

 

Cada fase parece un trámite burocrático de un certamen creado hace más de 50 años, pero lo cierto es que en Estados Unidos, de todo se hace un show. Cientos de personas trabajan a destajo para un evento transmitido al mundo, donde las protagonistas son las candidatas de cada país. Todo está milimétricamente controlado y ensayado: las luces, los paneos de las cámaras, los arcos que atraviesan la inmensidad del escenario, la música y hasta los aplausos.

La noche de la preliminar, Camila fue la tercera en aparecer en pantalla, luego de las representantes de Albania y Angola. Se paró ante un micrófono y dijo su nombre, su edad y su país.

“Cuando me tocó el turno estaba super emocionada, muy nerviosa pero ya entregada”, cuenta.

La noche de la final, la del 19 de diciembre, Camila entró al escenario con un vestido ajustado amarillo, zapatos y pendientes plateados. Después, hizo una pasada en un traje de noche con lentejuelas plateadas diseñado especialmente para la ocasión por Anabela Bongiovanni, diseñadora de la marca de alta costura argentina Lindíssima. Posteriormente, el jurado dio a conocer el nombre de las 16 finalistas. Camila no estaba entre ellas.

“Siempre hay sorpresas –dice Camila- respecto del resultado. Todas nos imaginábamos ver otro top 16. Había chicas que no podían estar afuera, sin embargo no entraron. Yo sí tenía esperanzas de entrar, sobre todo por los mensajes de muchas personas vinculadas a la moda que me decían que venía haciendo las cosas bien. Me sentía segura y con confianza”.

Camila reconoce que para la Argentina es muy difícil clasificar ya que generalmente lo hacen los países con mayor tradición en concursos de belleza, como por ejemplo, Venezuela, Filipinas, México. “Las bandas de esos países pesan muchísimo”, afirma y, de hecho, éstos tres países estuvieron entre los finalistas. “Esto es como un Mundial, cuando Argentina juega siempre es favorita porque es potencia en el fútbol”, explica.

El procedimiento indica que de las 16 finalistas, eligen a diez y, luego, a cinco, de las que sale finalmente la ganadora. Estados Unidos, Filipinas, Venezuela, Australia y Brasil fueron los países que integraron el Top 5.

Entre ellos, el jurado coronó como Miss Universo internacional a Olivia Culpo, representante de Estados Unidos, el país más ganador de este certamen con ocho coronas y que no ganaba desde 1995. Todas las cámaras la apuntan a ella. Los aplausos, los saludos, las flores y la corona son para una sola.

Pero aquélla noche en Las Vegas, la del 19 de diciembre de 2012, también hubo una ganadora. La de la infancia tranquila y feliz en Tafí Viejo, la de un metro ochenta de la que se burlaban sus compañeras, la muchachita tímida que tenía vergüenza de subir a una pasarela.

 

(.) Fotos gentileza de: Organización Miss Universe, Hugo Mirabal, Diego Montero, Fadil Berisha.

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