Marchar por las chicas que nunca volvieron a sus casas

Crónicas

Marchar por las chicas que nunca volvieron a sus casas

El sábado, el colectivo #NiUnaMenos copó las calles céntricas de San Miguel de Tucumán para reclamar mayor seguridad y contención por parte del Estado en los casos de violencia de género.

– Papá, mirá cómo están vestidas esas señoras- dijo un niño de unos cinco años que caminaba por la plaza junto a su padre. El adulto eligió no contestarle y apurar el paso mientras esquivaba las banderas reunidas en la esquina de 25 de mayo y Santa Fe, en plaza Urquiza, zona norte del centro de San Miguel de Tucumán.

Las señoras de las que hablaba el niño no eran tales. Eran tres estudiantes que decidieron colocarse una bolsa de consorcio por encima de su ropa, maquillaron sus ojos con un color morado y se pintaron una cruz en la boca. “Generalmente a las chicas que encuentran asesinadas las encuentran en bolsas negras. Básicamente queríamos representar lo crudo que es encontrar mujeres en bolsas de consorcio, como si fueran objetos que se tiran en la basura”, explica Melina Juárez, estudiante de Ciencias de la Comunicación. “La cruz en la boca simboliza el silencio y la opresión”, añade.

La idea de vestirse simbólicamente, cuenta Melina, fue pensada conjuntamente con sus compañeras, que se vienen preparando desde el 8 de marzo (Día Internacional de la Mujer Trabajadora) para este día. Nuestra conversación termina. De inmediato todas las organizaciones y distintos autoconvocados se ubican sobre el asfalto: la marcha hacia plaza Independencia está por comenzar. Una traffic se adelanta por sobre las 40 organizaciones que componen el colectivo #NiUnaMenos en la provincia. Con micrófono en mano y voz en alto, Celina De la Rosa organiza todas las columnas y banderas. En su mano derecha lleva un papel que indica cómo debían formar los grupos. “El orden se determinó por sorteo”, comenta.

—Hoy marchamos por las 133 compañeras que no están presentes -grita Celina.

El número hacía referencia a la cantidad de mujeres que fueron asesinadas en lo que va del 2017. En el caso de nuestra provincia son tres los femicidios y tres las mujeres desaparecidas.

—Uno.

Comienza a enumerar.

—Dos.

Responde su compañera. Y así hasta 133 y con un grito que se convirtió en la consigna principal de la marcha: “Ni una menos. Vivas nos queremos”.

Con 26 minutos de retraso (la marcha había sido convocada para las 16), mujeres y hombres; madres, padres y niños; militantes y autoconvocados dieron los primeros pasos hacia plaza Independencia. Allí, en la entrada de Casa de Gobierno se había instalado un escenario. Decenas de mujeres, con valentía, subieron y relataron sus experiencias con la violencia de género. Treinta y cinco minutos le tomó a la primera columna de mujeres llegar al centro de la marcha. En cada una de las siete esquinas que separan las dos plazas más importantes de la provincia, las mujeres recibieron bocinazos de apoyo. Aunque también estuvieron los que cabecearon sus volantes por el corte del paso.

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Son las 15. Faltan dos horas para que una marea de personas se adueñe del principal paseo público de la ciudad. Un tibio sol de otoño calienta las cabezas de quienes pasean, de quienes están sentados en los bancos y de quienes llegaron temprano para armar sus carpas. Hay un cartel con una foto por cada mujer desaparecida en la provincia. Con bandas de seguridad, las militantes delimitaron un sector de la plaza. Allí colocaron objetos como muñecas, lápices labiales y perfumes. También, con tiza, escribieron leyendas como: “Me violaron y me asesinaron de siete puñaladas en la cabeza. Mercedes 6 años”; “Mi padre me violó y me obligó a tener el hijo fruto de la violación”.

Andrea Liquín fue una de las primeras en llegar para vestir de conciencia la plaza. Desde hace siete años que su militancia la llevó a encontrarse con la Casa de las Mujeres Norma Nassif. “En cuestiones de género empecé hace cinco años. En la universidad. Sobre todo con lo de Marita Verón y contra el acoso. En especial el acoso de profesores a alumnas que aprovechaban esa situación de superioridad y de poder hacia sus alumnas”, narró.

Andrea sonríe con orgullo al hablar de su lucha por los derechos de la mujer. Su tono es firme y seguro. “Es necesario salir a luchar para cambiar esta realidad. Para que las mujeres no tengamos miedo de salir a las calles solas, de caminar solas”, dijo.

Entre mates y risas, sus compañeras de militancia realizan los últimos preparativos. “Desde el ocho de marzo que nos venimos preparando. Aunque, en realidad, esto no termina porque siguen muriendo mujeres. Siempre estamos para hacerle el aguante a una familia que pasa por una situación terrible. Las preparamos y les decimos que transformen ese dolor en lucha, que signifiquen ni una menos y que vivas nos queremos. Nos preparamos todos los días desde las reuniones hasta la preparada de afiches, cartelitos”, finalizó.

Nicolás Portas se encuentra descansando en la vereda de la plaza junto a su compañera Natalia Altamirano. Ambos forman parte de la Juventud Comunista Revolucionaria (JCR). Nicolás reniega del feminismo. Afirma ser comunista hasta el tuétano. Tiene 28 años y desde los 14 que se inició en la militancia. “Hay muchas consignas dentro del comunismo que engloban a la mujer”, señala.

— ¿Por qué crees que los hombres deberíamos marchar?

—Si no tomamos protagonismo todos en este tipo de cuestiones, nos va a pasar por encima la realidad. Hoy lo peor que podes hacer es quedarte sentado mientras desaparecen nuestras hermanas, nuestras hijas, nuestras madres.

Los principales reclamos de los distintos grupos fueron: la asignación de presupuesto para la declaración de emergencia en violencia de género, que se declaró el año pasado; adhesión a la Ley Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable (N° 25.673). También estuvieron los grupos que reclamaban la legalización del aborto y la distribución gratuita de medicamentos anticonceptivos.

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Hace dos años un colectivo de periodistas, activistas y artistas organizó la primera marcha de #NiUnaMenos. La convocatoria tuvo su epicentro en la plaza del Congreso (Buenos Aires) pero se extendió a todos los puntos del país.
Así el tres de junio de 2015 el grito: “Ni una menos. Vivas nos queremos”, se sintió en toda Argentina.

El hecho desencadenante fue el asesinato de Chiara Pérez. Una joven oriunda de la ciudad de Rufino, al sur de la provincia de Santa Fe. La adolescente tenía 14 años y estaba embarazada. Su novio, Manuel Vallejos, la mató a golpes y la enterró en la casa de sus abuelos. Días antes de que se la encontrara la familia del homicida realizó un asado a metros de donde yacía el cuerpo de Chiara.

Por el crimen también fueron imputados los familiares de Vallejos: su madre, padrastro y dos abuelos.

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Ni una menos/ Las pibas marchamos vivas nos queremos/ Vamos a luchar porque se lo debemos /a todas las pibas que nunca volvieron.

Con el ritmo del tema del momento, “Despacito” del cantante puertorriqueño, Luis Fonsi, las chicas expresaron sus reclamos. Entre risas, con poca afinación pero con un férreo sentimiento entonaron cada estrofa.

Los demás cánticos cargaron contra los tres poderes del Estado: ejecutivo, legislativo y judicial. A quienes señalaban como los principales responsables de la situación de violencia que deben vivir.

Cuando uno las ve separadas, se las nota frágiles. Pero si uno logra mirarlas a todas juntas –como en la marcha- verá una tribu guerrera. Una tribu que no sólo quiere conquistar derechos, sino que busca el reconocimiento de aquello que durante siglos se le fue negado.

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