Una noche con Gloria Oh

Crónicas de Acá

Una noche con Gloria Oh

¿Quién es esta diosa pagana de la nocturnidad tucumana? De la previa a la cama con la famosa drag queen mujer de la provincia.

Con la boca abierta de par en par y los ojos como dos pozos oscuros, una cobra monumental que ocupa todo el descanso de la escalera nos recibe. La cabeza del enorme ofidio gris de gomaespuma espera recostada en el suelo, en la antesala de una habitación de techo alto y paredes gastadas pintadas con flores negras y grandes donde una mujer se mira al espejo. Ella es lo único que parece mínimo en esa jungla de artificio. “No pisen la víbora. El que la pisa no coge esta noche”, advertirá Gloria, aún a secas, sin despegar la mirada de su propio reflejo; sin distraerse un instante de su ser. Obedecemos, con cautela ceremoniosa y acaso excesiva.

 

01

 

Son las 20.45 del sábado y acabamos de llegar con el fotógrafo Diego Aráoz a la vieja casona de Barrio Norte donde la mujer a quien en el ambiente queer vernáculo conocen como “la drag con concha” inicia su transformación. Es la noche en la que se proclama a la nueva reina drag queen de todo el país, en la provincia donde hace dos siglos y un año atrás se declaró la independencia argentina.

Coronados de Gloria vivamos

Oh juremos con Gloria…

 

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La metamorfosis a la que asistimos demandará casi cuatro horas ininterrumpidas de maquillaje en las que, capa tras capa de colores, sombras y brillos, Gloria Ontiveros se irá diluyendo poco a poco para dar lugar a la majestuosidad de Gloria Oh. De la Gloria Ontiveros se sabe nada o casi nada. Se dice (o ella dice) que trabaja de lunes a viernes en una droguería. Que es jujeña y la última de cuatro hermanos. Que creció en un hogar muy religioso donde se profesaba la fe evangelista. Que terminó la primaria como abanderada de la escuela Almirante Guillermo Brown de Jujuy. Que hizo la secundaria en la Escuela Normal Superior General Manuel Belgrano, donde nunca se llevó materias y de donde egresó siendo todavía virgen. Que vino a Tucumán para estudiar la carrera de Artes plásticas. Que su vida cambió para siempre cuando conoció de cerca la mariconada, en la víspera del 9 de julio de 2009, para la elección nacional del drag queen en el boliche Diva. De la otra Gloria, de la Gloria Oh que nació esa misma noche del 2009, en cambio, se sabe todo o casi todo. Se dice (o ella dice) que ha sido y todavía es la única drag queen mujer en la provincia. Que participa año a año como jurado en la elección provincial de la reina drag. Que baila todos los sábados en las distintas pistas del boliche de música electrónica La Boite. Que tiene un culo digno de ser declarado patrimonio de la humanidad. Que parece exudar sensualidad y sexualidad. Que es una especie de diosa profana de la nocturnidad tucumana.

Gloria Ontiveros dice que tiene 38 años, pero Gloria Oh quiere tener apenas 20 esta noche.

Y su deseo es ley.

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La habitación de la vieja casona devenida en crisálida circunstancial ha adquirido la fisonomía del atelier de una artista. En la mesa hay tres grandes valijas desbordantes de maquillajes y pinceles y polvos y ungüentos de todos los colores imaginables. Sobre una silla, descansa una cuarta valija parecida al cofre de un tesoro pirata que oculta cadenas, collares, pulseras, coronas y tiaras. En una caja transparente, la maraña de pestañas postizas espera como arañas barnizadas dentro de una pequeña pecera. Se escucha música pop, mientras Gloria, siempre frente al espejo, se coloca con precisión de relojero unos brillos que acompañan el contorno de sus ojos. Usa la mano derecha, en el espacio que hay por detrás del pulgar y del índice, como una paleta improvisada en la que ha puesto un líquido viscoso, brillante y amarillento donde ahora moja el pincel. Me mira cómplice y hace un gesto como de inhalar cocaína. Luego, pregunta con tono de niña: ¿es así no? Le respondo que no sé y me devuelve una risotada bufonesca. Gloria Oh no consume drogas ni se emborracha. Eso, al menos, dice ella.

 

02

 

El espejo en el que Gloria no ha dejado de mirarse es redondo y giratorio. De un lado, la cara de Gloria se refleja en su exacta proporción. Del otro, su figura se magnifica para arrojar una imagen agigantada de sí misma. Me explicará luego que el drag es eso: exacerbación. Exacerbación de la femineidad, de la sexualidad, del deseo, del arte, del show y del glamour. Todo eso que encierra la esencia de Gloria Ontiveros y que en Gloria Oh se libera y amplifica en dimensiones monstruosas; como la onda expansiva de una bomba poderosa o las convulsiones intempestivas de un tsunami.

Gloria en el espejo. Gloria en la lente de la cámara. Gloria y su imagen que se replica obsesivamente en todas partes. Pero la Gloria que Diego Aráoz retrata en estos momentos no se parece a aquella que escandaliza a los pudorosos con sus fotos artísticas en las redes sociales. Parece más íntima, más frágil, más desnuda.

 

03

 

Ahora le da las últimas pinceladas a su rostro con la destreza de un pintor renacentista. Su madre,  Alicia Noemí Gutiérrez, le enseñó a pintar cuando era apenas una niña. Luego, Alicia observó con temor cómo su hija fue liberándose de prejuicios y tapujos a medida que crecía hasta volverse un ser que gozaba de una independencia excepcional para su edad y su tiempo. Por entonces, solía preguntarle con genuina preocupación de madre: ¿por qué no sos más normal? Pero Gloria no quería para ella eso que los demás llaman normalidad.

Del otro lado de la puerta de la habitación, Fernando, el dueño de casa, le da los retoques finales a la cobra gris de gomaespuma que es parte esencial del vestuario que usará la drag cordobesa Kherla Key en su show de la elección. Fernando tiene 37 años y es diseñador de indumentaria. Suele fabricar el vestuario que usan las drag de Tucumán y las que vienen desde otras provincias para el evento. La cabeza de la serpiente es todo lo que pudo hacer con el tiempo y el dinero con que contaba. Le han pagado 2500 pesos hace menos de un mes por la escultura ofídica, pero el vestuario completo de una drag queen puede llegar a costar 10.000 pesos o más, de acuerdo con el trabajo que requiera y de los materiales empleados. A esa cifra se suman los gastos de traslado de la aspirante a reina y de los bailarines que participan de la coreografía. Este año, muchas drag no han podido cubrir los costos de la producción y han tenido que apelar al ingenio y a la improvisación para tener la chance de cumplir su sueño de coronarse reina. “Ser maricona hoy cuesta mucha plata y esto se hace todo a pulmón”, sentencia el diseñador.

Gloria acaba de maquillarse y sólo restan el vestuario y los accesorios para terminar con el montaje que la vuelve Oh. “Montarse” llaman las drags a todo el proceso que las convierte en reinas de la noche. Como en el cine, el montaje supone la superposición de distintas capas de ficción; la selección y combinación de las diferentes piezas que dan forma definitiva al personaje. Fernando, Diego y yo seremos testigos privilegiados de la fase final del procedimiento. Lo que queda de la Gloria Ontiveros se irá junto con su ropa de civil. Primero, se despoja de la blusa y del corpiño, no sin antes advertirnos que no tendremos más opción que verla desnuda: “banquensenlá, che”. Deja expuestos por un instante en la atmósfera gélida de la gran habitación los pechos pequeños y puntudos que evidencian el frio en la erección de sus pezones. El nuevo corpiño está acompañado de joyas colgantes. El cuerpo magro se estremece al entrar en contacto con el metal. Luego se coloca una voluptuosa peluca de rulos platinados a la que ella define como una “peluca para coger”. Por último, se quita el pantalón dejando al descubierto piernas fibrosas que parecen las del Maradona adolescente de Argentinos Junior. Y el culo. El culo-poema, el culo-monumento, el culo-museo del Louvre, el culo-erupción volcánica, el culo-manzana de Adán, el culo-para dos tangas. Culo con letras mayúsculas y luces de neón, culo con IVA e impuesto a las ganancias, culo con iglesia propia y feriado nacional, culo con estampita y procesión, culo con título principal en el diario del domingo, culo con nombre de calle, culo con premio Nobel. El Culo-Oh ahora luce una bombacha nueva desde la cual cuelgan portaligas que se balancean en el aire como cables pelados de alta tensión.

 

04

 

Gloria se ha subido a unos zapatos de plataformas enormes y se mira en un espejo rectangular que descansa sobre una silla. El cuerpo ya no le tiembla de frío, sino que vibra en un estado de euforia que irá in crescendo. Mueve los brazos, baila, ríe. Parece una novia con un gran tocado blanco o una guerrera sideral llegada de una galaxia extraña o una virgen lasciva:

– La virgen es drag queen ¿no viste el traje que tiene? – hace una pausa – Yo también soy virgen. No cojo cuando estoy montada. Nunca lo hice.

– Sí, la virgen desatacintos sos vos – retruca Fernando.

Un coro estruendoso de risas rebota en toda la habitación. Gloria Oh abre la boca bien grande como si fuera una loba en celo. “En el drag es todo teatral”, me confesará después y tiene razón: los antecedentes del drag queen pueden rastrearse en Inglaterra, primero en el siglo XVI en el teatro isabelino, cuando las mujeres tenían prohibido actuar y eran los hombres quienes debían encarnar a los personajes femeninos. Luego, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, en el teatro victoriano, se volvió frecuente la participación de actores disfrazados de personajes del género opuesto para generar un efecto de comicidad, lo que dio lugar a formas como el burlesque y la pantomima.

 

 

Parece que está lista para salir a escena, pero no. Falta una parte esencial del ritual. Entonces hace un hueco en las manos donde vuelca un aceite y en el aceite echa un sobre de brillantina. Se frotará con ese polvo de estrellas los brazos, el pecho, las piernas, la espalda y el culo. Cuando parece que toda la extensión de su cuerpo está cubierta de ese halo resplandeciente entre azul y plateado, se llena otra vez la mano de centellas metálicas y la hunde lentamente por delante, bajo la bombacha. Se detiene un instante ahí, en las profundidades de su ser. Gloria Oh quiere brillar. Y brilla.

 

06

 

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En la puerta del boliche Diva no hay alfombra roja, pero Gloria Oh se mueve como si caminara sobre un mullido lecho de pétalos de rosas. Se escurre con encanto entre la gente y resplandece en la noche. La seguimos de cerca con Diego, como un séquito de fascinada idolatría. Adentro, la pista principal ha comenzado a poblarse de jóvenes, unos cuantos arlequines y algunas reinas titánicas que arrastran sus capas larguísimas por el suelo. Hay asistentes que van y vienen con piezas de escenografía: un árbol frondoso, almohadas, lo que parece ser el gigantesco y poderoso bastón de un superhéroe. La ficción bulle entre las luces, mientras, ajenas a toda esa parafernalia, tres señoras que usan los anteojos colgados al cuello descansan sentadas en los sillones del reservado. En el que parece ser su hábitat natural, Gloria Oh se saca fotos con el público y reparte besos de fantasía con otras drag queen; besos que no entran en contacto con el maquillaje y, mucho menos, con la piel. Uno por cada mejilla. Son las una de la madrugada y Diva, hoy más que nunca, es la maricoteca, la casa madre, la meca queer de la que ahora es la capital del país.

 

07

 

Subimos al primer piso donde funciona el vip y por donde transitan algunas antiguas soberanas drag, las que conforman el jurado de la elección y los invitados especiales como Gloria Oh. Los flashes de las cámaras rebotan en el strass de los trajes y todas y todos posan para las fotos en lo que parece ser una estrafalaria pasarela. Camino obnubilado por las luces mientras Gloria se pierde en ese carnaval colorido donde parece una pequeña niña rodeada de colosos. Entre las drag que asisten a la decimosexta elección Drag Queen Argentina hay algunas que son referentes de la movida en todo el país y que han sido sus mentoras como Hollywood Drag Queen Point, de quien Gloria Oh se confiesa enamorada. Los egos exacerbados de las drags queen riñen todo el tiempo en una puja silenciosa donde los celos y la competencia son monedas corrientes. “Son bichas. Si te odia una cagaste, es peor que Polino. Pasa que en la noche hay mucha sexualidad y mucha histeria y las drags toman eso y lo exageran”, me había advertido Gloria Oh. Sin embargo, ella parece haber sobrevivido sin mayores dificultades en ese ecosistema hostil que parece todo el tiempo pronto a romperse. Tal vez la clave está en que ella no participa ni ha participado nunca de la elección por no ser una drag queen de show, sino que pertenece a otra categoría a la que caracteriza como “drag de hosting”, es decir, una especie de estrella anfitriona de la noche. Lejos de ser rechazada por su condición femenina, Gloria Oh ha sido acogida por el ambiente drag que la adoptó como una de sus hijas dilectas. Ella es un bicho raro en ese mundo de rarezas.

 

08

 

La atmósfera parece saturada de tensión sexual; un magma eléctrico a punto de entrar en ebullición. Acodado en el balcón del primer piso, tengo una perspectiva casi total de ese paisaje desmesurado y caótico. Veo calvas perfectamente calvas y plumas de todos los colores y cuernos alargados y coronas llenas de brillos y sombreros exóticos y pelucas abundantes y cetros con luces y cuero frío y látex caliente y banderas patrias. Hay reinas y princesas y ninfas y seres mitológicos y soldados romanos y prostitutas y bufones y arlequines y superhéroes y heroínas y mariposas y pavos reales y ángeles y demonios. Personajes que parecen salidos de Alicia en el país de las maravillas o de la guerra de las galaxias o de un sueño lisérgico y carnavalesco. Es una fiesta deliciosamente exacerbada; una orgía cromática.

 

09

 

Las ganas de mear me alejan del palco de las reinas y de Gloria Oh. Veo el espectáculo amontonado en medio del público que seguirá desde la pista principal las acciones en el escenario. Mientras me acomodo para ver el show, recibo algunas orteadas impúdicas, escucho atento las predicciones sobre cuál de las drag se alzará esta vez con la corona y asisto a la discusión entre una pareja de lesbianas y un pelado grandote de barba frondosa que se aleja de la multitud gritando con voz finita excesivamente afeminada: “¿Mirá si te voy a apoyar a vos sucia, carnera? ¿Ves? Por eso te hacen aca”. En el escenario, el humor sexual y corrosivo de La Bicha, la presentadora oficial, y su partenaire da pie al comienzo de la ficción coreográfica. Desfilarán todo tipo de personajes danzarines arrojados de forma frenética a un show donde irán mutado a toda velocidad frente al público. Habrá diablos carnavaleros, un grupo de Powers Rangers, Minions, una Pachamama glamorosa y exaltación cannábica con un troncho gigantesco. Catorce drags queen candidatas al trono y sus bailes estentóreos para alcanzar el sueño de convertirse en la reina de todas las reinas. Pero no alcanzaré a verlas a todas ni a enterarme cuál es la nueva soberana. Son las 4.45 y a Gloria Oh la noche se le escurre. Afuera del boliche nos espera el taxi de Fernando, su chofer de confianza, para llevarnos a La Boite. Y yo la sigo de nuevo, manso, entregado por completo a sus designios. Gloria Oh no se agota. Ni ella ni su brillo que, ahora, invade también mi cuerpo.

 

 

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Irrumpe en la noche electrónica con la vehemencia de una furia libidinosa que en su carrera arranca suspiros y despierta pleitesías. Ahora, en su propio templo y sin otras reinas que le disputen el trono, Gloria Oh no hará más que recoger ofrendas de sincera devoción. Hay quienes le juran amor eterno y quienes le regalan pastillas de colores y quienes le tocan el culo con el dedo índice y luego se persignan en señal de respetuosa adoración. Otros sólo la miran pasar, atónitos en su contemplación, mientras ella se hace camino entre la gente que se abre como las aguas del mar rojo ante Moisés. No tardo en perderle el rastro entre la multitud que se mueve excitada. Me estaciono con una cerveza frente a la tarima del DJ, rodeado de un grupo de adolescentes que fuman faso. Estoy distraído con las figuras geométricas que Pikeitor proyecta en la pantalla y en la repetición de los sonidos que parecen hacerse eco dentro de mi cabeza. Siento el cansancio en los pies y me invade una sensación de vejez temprana. Pienso que tal vez está ahora en el baño de mujeres retocando las imperfecciones de unas sombras corridas o delineando pestañas. O quizás le brinda apoyo psicológico a una chica borracha a quien la noche acaba de cachetear de realidad desmoronando sus expectativas. O hace de celestina de un amor efímero y circunstancial que se consuma en la estrechez del baño, mientras ella sostiene el picaporte de la puerta. Gloria Oh puede estar ahora en cualquier parte o en todas o en ninguna.

 

011

 

Veo un fulgor blanquecino y encandilador que se aproxima desde el pasillo que separa a la pista de rock de la pista electrónica. En apenas unos instantes, me encuentro de frente con Gloria Oh zarandeando una pequeña linterna que la baña de luz en la penumbra del boliche. No le digo nada, no me deja. Me abraza y embiste con toda la potencia de su sexo. Una, dos, tres, cuatro potentes sacudidas sísmicas; con una fuerza que juraría imposible en un cuerpo tan pequeño. Me coge y se va, dejándome sólo una sonrisa como única huella de ese placer violento y fugaz.

Al rato está montada en la tarima, de espaldas a la gente que baila, desplegando una vez más sus movimientos felinos. Magnánima y todopoderosa en su pedestal, vibra como una marioneta en trance sacudida por los sonidos. Se abre de piernas y agita los brazos. Más faraónica que nunca, parece dirigir una súplica al cielo. Abajo, a escasos centímetros del balanceo hipnótico de su culo, ahora todos parecen rogarle a ella. Desean acaso que derrame sobre ellos una chispa de su luz o una gota de su sexo desbordado. Para cuando se enciendan las luces y termine su danza ritual, Gloria Oh ya habrá esparcido su brillo. Todos dormiremos con ella esta noche.

 

 

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