Sueños cumplidos

Bitácora Zeta

Sueños cumplidos

Soñé meterle goles a San Martín como el Correcaminos o Barreto. Soñé el Monumental vestido de campeón. Soñé, soñé, soñé. Hasta esta noche, soñé.

Esa mañana se me acercó mi hermano, me preguntó si ya había hecho los deberes para la escuela. Le respondí que sí. Entonces me dio la noticia: iba a ir por primera vez al Monumental con él. Para mí el Deca ya era lo más grande. Villa tenía en mí la dimensión de un Messi de hoy. Esa tarde empecé a ser bien hincha, de esos que bancan en las malas más que en las buenas. El partido lo ganó Ledesma de Jujuy, y creo que eso agigantó mi pasión. Creo que era una señal de amor eterno.

A partir de ahí vinieron derrotas, triunfos y vueltas…A partir de ahí soñé con ser Palomba, Villa, o el Kila Castro…Soñé meterle goles a San Martín como el Correcaminos o Barreto. Soñé el Monumental vestido de campeón…Soñé, soñé, soñé. Me soñé Pizzurica practicando toda la semana. Fui creciendo y mis sueños se mudaron a los escalones de la Chile y la Laprida. Soñaba con llegar a primera, esa primera que tanta envidia me causaba. A esas alturas mis sueños iban bañados en lágrimas. Rompí en un llanto mudo, silencioso en mi soledad en Barcelona cuando nos fuimos al Argentino A. Lloré de alegría una madrugada catalana con el gol de Amato, y me soñé en la Bolivia abrazado a los miles de decanos.

Mi última desazón grande, ya a la vuelta de mi «exilio», fue aquella mañana que reventamos el Monumental y nos dejó en el camino Brown de Madryn. Algo me decía que iba a ser la última. Y de a poco, los sueños empezaron a concretarse. El ascenso con el Indio Solari, los goles del Capé empezaban a parecerse a los de Mecca. Los del Yaya a los del mellizo Alderete y las atajadas de Ischuk llevaban el sello del Negro Ruíz.

Y un día amaneció y fuimos de Primera. Desde mi tele miraba festejar a Montiglio el gol a Talleres y se me venía la imagen del niño que fui con una sonrisa en la cara. Gran parte de los sueños se me habían cumplido.

Después vino el sufrimiento, los despojos arbitrales, y la vuelta al nacional B. Y a repartir de nuevo. Sabía que el sueño de la vuelta se cumpliría. Era cuestión de esperar. Sentía que habíamos crecido como institución. Y se dio, no sin antes sufrir la mañana de Mar del Plata contra el Globo. Se dio la vuelta a toda orquesta, con esa noche llena de goles contra Los Andes. Era lo que había soñado. Y los sueños se cumplieron por completo con la permanencia en Primera.

Hoy tengo 46 y un montículo de canas que peinar y debo decir que hasta esta noche sentía que todos los sueños se habían hecho realidad. Pero el destino me tenía reservado un bonus track: La Libertadores. Es que de verdad, eso ni lo había soñado.

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