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No está bien que sólo algunos se propongan tener hoy, 14 de febrero, un día feliz. Si seguimos impulsando el día de San Valentín como lo hicimos hasta ahora, pronto vamos a tener que pensar en dos argentinas: la Argentina Soltera y la Argentina Casada. Y ojo que ya empezamos con estos enfrentamientos en el fútbol. Pero esta cuestión va mucho más allá de las patadas, ya verá, si me permite que, en cinco minutos, le cuente lo que pienso sobre el amor.
Quienes quieren escaparle a la soledad son quienes más cariño necesitan, pero, a diferencia de los tortolitos mimosos, no tienen una fecha especial en el almanaque para recibirlo.
Dan vueltas por la web afiches que buscan instaurar el día del soltero o el día del infiel, los 13 de febrero. Pareciera una iniciativa para festejar pero huele más a despecho, ese sentimiento duro que es generado por una hormona que se ubica a la izquierda de la cavidad torácica, muy cerquita del corazón.
Quienes difunden estas pancartas, proponen fiesta, descontrol y renovación de ganado como banderas a seguir. Pero, más que nada, parece la intención de mostrar al otro, al No–Soltero que está a horas de festejar con su bomboncito de dulce de leche, lo que puede perderse por estar enamorado o enamorada. Y si nuestros actos principales son una reacción de los actos de los demás, estamos fritos. O mejor dicho estamos al horno, método de cocción que se adecúa al verano tucumano de 49 grados centígrados de sensación térmica.
A mí me gusta como piensan en Jujuy: «Soy soltero y hago lo que quiero». Hay un exquisito poder de síntesis ahí. Va más allá del otro, del casado, del que festeja San Valentín. Lo deja vivir, ser feliz, let it be. Y chau. Soy soltero y hago lo que quiero. Y ni te doy explicaciones de lo que se trata ser soltero. Yo no quiero un amor civilizado. Vos feliz con tus cuernos o con tu caramelito de miel y yo con mi vida. Y chau. Ni se preocupan en pensar en su día, tal vez porque entienden que el día del soltero es todo el año. Cuando el soltero es ese, el soltero feliz, la soltera por decisión propia, entramos en un mundo de perfección, donde los solteros son solteros porque quieren y quienes están juntos están juntos porque se quieren mucho. Y quienes se quieren mucho y están juntos son las personas más dichosas del mundo. Jamás hay que olvidarse de eso.
Hasta ahí todos felices, cada uno como quiere. Pero lo que me preocupa ahora, donde tenemos que terminar con el boludeo de Solteros Fútbol Club vs. Asociación Atlética de Casados, es cuando miramos a las personas que no están en el equipo que quieren estar.
Una vez, tiempo atrás, tuve una pena de amor que duró por lo menos un año. Me enteré por mi compadre que los primeros meses mis amigos se entristecieron conmigo. Luego empezaron a preocuparse. Y con el paso de las semanas empecé a parecerles un pesado, un llorón, un nostálgico acariciador de fotos, un cargoso narrador de recuerdos dolorosos, un hombre que se perdía en su dolor por gusto propio. Había que poner un límite. Todo pasa. Pero necesariamente todo pasa si uno quiere que se pase. En cambio, si uno se aferra al dolor eternamente, le toma cariño y cuesta separase. Ahora bien: cuando ese dolor, ese penar, esa soledad, ese vacío en el pecho se va, créame: viene algo maravilloso.
Casi sin que uno lo note, de los penares más largos e inciertos florecen proyectos, pasiones y caminos con colores y tonos nuevos.
Quizás por ahí hay alguien que está leyendo esto y está triste porque, por más que San Valentín sea cursi y súper publicitado y todo eso, hay muchos que hoy celebran estar enamorados. Y hay quienes quisieran estarlo y no pueden. Vaya a saber por qué puede costar tanto el amor. Pero no se deprima y preste atención que acá viene la buena noticia: vale la pena sufrir. Créame. Llore, extrañe, fantasee. Insúltese, no duerma, no coma. Abúrrase. Sienta la pena. Siéntala en el pecho al levantarse. Hágase cargo de ella. Es suya completamente. Y es tan suya que la puede dominar.
Llévela de viaje. Acuéstese con ella y con otra persona. Bese sin miedo, bese como si amara. Converse desnudo como si amara. Sueñe como si amara, despídase como si amara y duérmase como si amara. Y verá que un día amará. Y el alimento de su amor será su pena, ese pozo oscuro que está abandonando. Por eso agótela completamente. Déjele el tanque vacío y salga a amar todos los kilómetros que pueda. Y enamorado, de uno mismo, de su pareja o del amor, no vuelva jamás por el camino de la tristeza.
Y así, soltero o no, ningún 14 de febrero, o cualquier día del año, un angelito de flechas rojas le impedirá brindar por lo que pasó, porque lo que tiene y por lo que vendrá.