Bitácora Zeta

Me lo dijo un tachero en Río

Hace ya tiempo que estoy convencido de que los taxistas son luminarias del conocimiento mundano. No hay tópico que ellos no se animen a abordar. Todo lo saben y para todo tienen una opinión formada. Son agudos analistas políticos y económicos, técnicos de fútbol y expertos en la que es seguramente la ciencia más difícil del hombre: las mujeres. Los tacheros de Río de Janeiro, por suerte, no son la excepción de esa regla.

Josemar De María se presenta como el primo carioca del Di María de la selección argentina. El morocho jodón también es el gorila de la tribuna del Flamengo. Busca las fotos que lo certifican en su celular mientras maneja a toda velocidad por la avenida. Josemar bate cualquier récord en cruzar semáforos en rojo. Pero no es esa su principal virtud sino la de develar grandes conspiraciones internacionales como la de la organización de este mundial, cuyo resultado ya está pactado a favor de Brasil para asegurar la continuidad del gobierno de Dilma. Demasiado pretencioso quizás, pero cualquiera que haya visto el penal que le cobraron a Croacia en su partido contra el scratch, podría darle algo de crédito a la teoría de Josemar.

Otro caso es el del gordito risueño que nos llevó hasta la playa de Copacabana cuyo nombre no recuerdo pero sí que era un sabio de la lingüística. Lo que le interesaba, más allá del partido con Francia al que seguía por una pequeña pantalla instalada en el auto, eran esas palabras que dichas en un país tienen un significado, y en otro, uno muy distinto. Particularmente, se especializa en aquellos significantes que puedan denotar alguna referencia de tipo sexual. Él nos enseña entre risotadas que acá, en Río, a las chicas hay que decirles que uno quiere simplemente «bater um papo», es decir, llevar a cabo una conversación. De todas maneras, insiste, en que en cuestiones del amor la lingüística es irrelevante, ya que el del amor es un idioma universal.

Mauro no maneja a las chapas como el resto de los taxistas de Río pero habla aún más rápido. Él nos lleva hasta el estadio Maracaná y al minuto del viaje ya está hablando de fútbol. Insiste en algo que escuchamos repetidas veces desde que andamos por acá: el fútbol de ahora no es tan bueno como el de antes, y que Brasil ya no tiene a los cracks de antaño. Dice eso y luego lanza una extensa lista de nombres que incluyen a Alemao, Careca, Garrincha, Didí, Zagalo, Romario y Bebeto; entre otros grandes. Después cita a Maradona y dice que, después del Diego, el mejor jugador fue Rivaldo. Mauro es hincha fanático de Botafogo, el equipo que según él históricamente ha entregado más jugadores a la selección de Brasil. Entre ellos, el mejor de todos, Garrincha, mejor incluso que Pelé, quien no hubiera hecho tantos goles de no haber jugado junto a él. Ahora pasamos por un tunel subterraneo y las luces se opacan y parece que viajamos en el tiempo mientras él sigue con el recuento de jugadores históricos. De pronto ya no habla, ahora canta, canta una canción de la hinchada del Botafogo y luego otra. Ahora si que, aunque no entendamos lo que dice, comprendemos todo. Es que el conductor-linguista tiene razón: el del amor es un lenguaje universal.

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