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Evita volvió para ser la capitana queer de la Nación disidente y peronista. Glitter, pelucas, gritos y todo el calor de una noche húmeda en el corazón del nuevo bastión justicialista.
Frente a nosotros pasaron ellas. Su presencia era bastante notoria. Una vestía un traje blanco, pantalones capri del mismo color que dejaban al descubierto el vello rizado de sus piernas, anteojos de montura grande y un abanico que movía animosamente. Ella sería la maestra de ceremonias. La otra parecía su contrapunto, toda de negro, con zapatos, medias bucaneras y un top con transparencias que dejaba ver su ropa interior. Ella sería la presidente del jurado: Barby Guaman. Sin previo aviso comenzaron a descender las altezas. Bajaron por una escalera, cuya pared era celeste y tenía dibujadas nubes. Se podría decir que vinieron del firmamento mismo. Mientras contemplaba esa escena atrapante, todo se iluminó.
Se prendieron las luces del escenario, bañando con su densa blancura toda la pista y «Kika la increíble» comenzó su parrafada. Era maestra de ceremonias, conductora del evento, y contaba lo que estaba por suceder. Se realizaría una competición de Drags, que consistiría en dos duelos de lipsync (sincronización de labios con el tema que suena, baile y mímicas), una especie de semifinal. Las dos ganadoras accederían a la final. Una vez establecidas las reglas del juego, Kika presentó a las participantes y jurados. Las contendientes fueron precedidas por una espléndida descripción realizada por la conductora.
“La XyXxa” se llama así por la combinación de su apodo ‘Chicho’ Campero y las siglas ‘Xy’ por el cromosoma masculino y ‘Xx’ por el femenino, haciendo tributo a lo que es en esencia pura y de lo que está orgullosa de representar. Hizo su primera aparición como drag en septiembre, en el «Divas Drag Race», un formato de concurso que se realizó en el boliche Diva Mother House y que podía verse vía YouTube, del cual fue subcampeona. Sus lemas: dar lo mejor de una siempre que se pueda, ser auténtica, disfrutar ante todo».
“Lady Alutrix”, artista internacional, conocida como ‘La Icónica’. Actualmente es la figura principal de Diva Mother House, el templo de la Virgen de la Merced. Su drag nació en 2014 y, desde entonces, viajó por distintos puntos del país y por el extranjero representando a Tucumán y Argentina. Hoy es llamada la Eva Perón Drag y La Drag Política por su compromiso con sus ideales y creencias».
“La Paxi” fue bautizada por su tía putativa en una competencia de metegol: representa a la casa Thames de barrio el Bosque, la zona más atrevida de todo Tucumán. Prefiere los lipsync de Valeria Linch, pero se vino dispuesta a darlo todo “en nombre de Perón y la compañera Evita”.
“Reina rubia de la alegría y la rebeldía juvenil. Orgásmica a la vista. Exquisita al paladar. Siempre viva y bella. La que no acumula años, sino pecados. De las profundidades de los karaokes. La ama y señora del under. Ella es La Salus”. Luego fueron presentados los jurados, cada uno elegido por ser significativo para la comunidad LGBTIQP+. Ana Hynes, que encarna a «La torta coach», quien condujo algunas marchas por el orgullo; Augusto Moykens, activista por los derechos LGBT; Pipo Trash, Drag Queen; Amaru Orlando, feminista-peronista; y Barby Guaman, artista travesti, quien hace tiempo realiza actividades y fiestas para la comunidad.
La fiesta Marica, Torta, Montonera se realizó en el centro cultural Santos Discépolo, ubicado en calle La Rioja 219. Fue organizada por la comisión de género del establecimiento y la agrupación Kompañeres Tucumán Peroncha. “Venimos haciendo eventos y distintas fiestas que fueron cambiando de nombre y hace poco decidimos juntarnos como Kompañeres Tucumán Peroncha para empezar a dar una sola identidad a estas actividades”, Bruno Bazán, integrante de la organización. El motivo principal que los alentó a realizar este evento fue reunir fondos para que la columna peronista de la comunidad pudiera participar activamente en la Marcha por el Orgullo, este 7 de diciembre en Tucumán.
Anteriormente realizaron otras actividades como el documental «Monstruas» o ventas de «choris» y «choris» veganos. Pero esta fue la primera competencia drag que llevan a cabo. «Queríamos hacer una competencia entre drags que sean todas compañeras, en un sentido político amplio. Nosotros entendemos al peronismo, sobre todo en este contexto del Frente de Todos como algo amplio que nuclea a distintos posicionamientos, no todos enfilados necesariamente en un partido». La competición se realizó en el marco de «una fiesta donde la gente pueda divertirse y pasarla bien, que refleje un mensaje de unidad dentro de la comunidad». Respecto a si se cumplieron o no los propósitos establecidos, «todos los que participaron lo hicieron por su compromiso con la causa. En ese sentido, logramos los objetivos».
Al terminar las presentaciones de rigor, comenzaron los cruces. El público se hizo partícipe inmediatamente, siguiendo la consigna de Kika, aplausos tibios, si la performance les parece regular; aplausos fuertes si les gustó; y ovación si les parece magnífica. Así comenzó la primera semifinal. La gente estaba extasiada, el fanatismo y la pasión eran palpables. Muchos gritos, vítores y abucheos. Se sentía la emoción en el ambiente, la energía era contagiosa. Estos ingredientes creaban un cóctel perfecto que te invitaba o arrastraba a dejarte llevar por la situación, a ser parte de los gritos y aplausos, a sorprenderte con las destrezas de las figuras. De esta forma surgió la primera finalista. El segundo choque fue más intenso aún. En el clímax del tema elegido, las reinas decidieron dejar su lugar de dueñas y señoras, volviéndose mortales en una fracción de segundo, pero sin perder su esplendor, su glamour. Se rasgaron las vestiduras y dos cabelleras frondosas volaron por los aires. En un movimiento, tan rápido como preciso, el duelo había culminado. La última finalista se conoció. En ese momento, la maestra de ceremonias decidió establecer una pausa, la excitación había alcanzado su pico máximo y era necesario bajar.
Llovía constantemente, por ratos cesaba, pero no paraba. Al bajar del taxi, hasta entrar al boliche nos empapamos. Hacía calor y la ropa mojada era molesta. Al cruzar la puerta antigua que separaba la entrada del primer salón del lugar, vi que bajo las vigas que estaban sobre el patio sin techo, contiguo a esa habitación, habían unas luces azules, agrupadas, cuyo color se movía de arriba hacia abajo, como las gotas que caían en el piso. La gente se protegía bajo los techos, el suelo rebosaba de agua. Estuvimos ahí unos minutos hasta acostumbrarnos a la sensación húmeda en la piel. Luego cruzamos el patio y nos adentramos en el salón de la derecha. Buscamos una ubicación donde hubiera menos amontonamiento. Nos pusimos dando la espalda a la pared. A la derecha estaba la cabina de DJ y a la izquierda una mesita de madera, sobre la que se disponían numerosas latas de cerveza y unos cuantos vasos plásticos. Siguiendo la dirección de la mesa había unos bancos altos, blancos, rodeando un escenario.
El ambiente estaba pesado, caluroso, como es costumbre en Tucumán cuando se está en un lugar cerrado mientras llueve. La humedad se precipitaba sobre el cuerpo, generando esa sensación de sofocación incómoda. Poco a poco la ropa iba secándose con la candidez del lugar, mientras la cerveza se deslizaba por mi garganta, dándome vida aún en esa situación indeseable. Fue entonce cuando lo vi, en medio de la gente que bailaba, apretada, con calor, entregándose y liberando el cuerpo al ritmo del reggaeton, que palpitaba en uno, obligando a mover hasta al más terso. Ahí estaba él, un tipo robusto, alto, de espalda ancha. Tenía una gorra negra, puesta de la forma convencional; una remera gris lisa, inexplicablemente sin transpirar; un pantalón de jean gris, arremangado, como si fuera un capri; y unas zapatillas de tela grises, con una parte blanca de cuero en la punta y en los bordes de la planta y el logo viejo de las tres tiras en la parte del taco. Sus músculos resaltaban a la vista y para mi sorpresa se movían rítmicamente con la música, de forma feroz, ágil, rápida, impensado para alguien de su porte, sus piernas un tanto desproporcionadas en relación al cuerpo, acompañaban armónicamente el proceso, flexionándose y volviendo a erguirse en sintonía con los demás movimientos. Al centro cultural Santos Discépolo, suelen asistir estos bailarines, cada uno está en su mundo, dejándose poseer por el encantamiento del baile, liberando su cuerpo y alma, entregándose al frenesí del movimiento. Esto es lo que se respira y vive allí, un ambiente sin restricciones, cordial, donde nadie te mira ni juzga y, al parecer, todos están ausentes, procurando su diversión, pero transmitiendo esa energía contagiosa de la liberación.
Desde el escenario se anunciaba el fin del descanso. En ese momento, debido al calor del lugar, estábamos en el patio. Ya no llovía y allí la temperatura no era tan agobiante, sino, más bien, agradable. Había que volver. No podíamos perdernos un duelo tan esperado. La situación nos tenía atrapados y solo podíamos escapar si terminábamos con lo empezado. Así, decidimos estar al borde del escenario, la pasión, incertidumbre y curiosidad se habían adueñado de mi ser. La última contienda había dejado una sensación de que no cabía menos que la gloria en esa tarima, donde la gran final aguardaba.
Lady Alutrix vs La Salus. La ganadora recibiría un premio de $3000, aportado por Santos Discépolo. Sin embargo, eso no era relevante. Estaba en juego el honor, el aprecio de los fanáticos, la coronación de una noche espléndida. Salieron ambas a escena, Kika las elogiaba y preparaba el terreno propicio para su despliegue. Sin decir mucho más, la maestra de ceremonias cedió su lugar a las aclamadas figuras. Sabía que no era suya la noche, que no era ese su momento. La Salus, estaba toda de negro, con un abrigo emplumado, símil cuervo, y una gruesa peluca rosada, cuya textura imitaba a la del algodón de azúcar. Lady Alutrix, completamente entronizada, fiel a sus ideales y la causa «peroncha», llevaba una peluca rubia, estilo Evita, un traje dorado, una banda albiceleste que le cruzaba el pecho y anillos, pulseras y aros, emulando a la perfección la elegancia y el porte de una primera dama. La Salus, empezó jugando sus mejores cartas y en un movimiento, que hizo parecer simple, bajó del escenario y se dejó apreciar como una más, sabiendo que era imposible relegarse a tal simpleza, pero intentando aunarse con sus seguidores. Lady Alutrix, aunque hubiera querido, no podía descender de su pedestal, su ser ya no le pertenecía, la personificación se adueñó de ella. Un pañuelo verde se elevó, flotando entre la masa de gente. Parecía atraído por su mano, preso de un magnetismo infalible. En un movimiento rápido, ya lo tenía atado a su cuello. Lo mismo ocurrió con una bandera del orgullo, la cual terminó sobre sus hombros. Ese fue el punto de inflexión, era claro que ella sería la ganadora. Y así fue. La presidente del jurado subió al escenario e intentó que el duelo se repita para deleite de todos, pero ni su jerarquía le permitió tomar una decisión. Desde arriba le anunciaron lo que ya todos sabíamos, Lady Alutrix triunfó en la final. Se llevó el premio, pero, más importante aún, fue dueña de la pasión del público, que cantaba, «los muchachos peronistas…», como grito de victoria. «A la competencia la pensamos como un juego, porque cada una tiene cosas geniales que no se pueden calcular y medir. Respecto a los jurados, no hubo un criterio para evaluar cada detalle, sino que votaban según les parecía. En el fondo somos todos Kompañeres». Las palabras de Bruno, eran perfectamente representadas en los cánticos.
Kika se quedó en silencio, mientras la gente saboreaba el momento 100% «peroncho». Cuando la situación se estabilizó y alcanzó la calma, llamó a ambas finalistas primero y luego a todas las participantes y jurados. Las estrellas mayores estaban sobre las tablas. El glamour casi se podía tocar en el aire. Y como tanta magia es discorde a la raza humana, el momento fue breve, efímero, pero duró lo suficiente como para marcarse en los sentidos de todos los mortales allí presentes. Así, culminó una noche diferente, mística. Cumpliendo con creces lo buscado y generando un plus, un valor agregado. «Pudimos celebrar el talento de las dragas tucumanas. Tucumán siempre fue cuna del drag y, en esta fiesta, fue cuna del drag con contenido político explícito, algo que no está tan presente en otras noches o boliches, donde se junta la diversidad». Sin más palabras las estrellas se apagaron, las luces, con su fuerte resplandor, ya no estaban. El escenario se convirtió en un lugar oscuro, inhabitable, cerrado para siempre por el poder de los astros que lo pisaron. Al fondo del escenario, donde los dominios de Santos terminaban, un telón negro, con pequeñas luces brillantes de distintos colores, parecía una noche estrellada, el universo en su plena esencia. Ese fue el único rastro que dejaron las estrellas tras su paso.