Bitácora Zeta

Los Stones o cómo resistir con aguante

Vamos, agitamos, cantamos, tomamos tres o cuatro cervezas, vodka con gusto a frutas, energizantes, consumimos drogas de probada benevolencia. Resistimos y aguantamos. Todo en la dosis justa de exceso controlado. Nos compramos la remera. Porque rendimos culto al mito, pero también a su majestad satánica: el marketing. Porque el rock también es eso. Sin embargo, nosotros no sucumbimos, no compramos el menú vegano, soportamos estoicamente el bajón; el bajón y las ganas de mear. Porque estamos sentados en la platea para ver a una banda de los tiempos en que las placas tectónicas del mundo todavía se encontraban en pleno movimiento y el rock parecía tener algo que ver en esa conmoción telúrica. Después, pasó lo que pasó y el rock entró en estado vegetativo; justo después del escopetazo que le pegó el bueno de Kurt Cobain. Porque él sí cumplió con la premisa de que el rock no es cosa de viejos y pagó con perdigones su membrecía al club de los 27. A nosotros nos quedó un cadáver bonito y una línea horizontal donde antes bailaban agitadas pulsaciones. Los que le siguieron ya no reventaban sus guitarras ni sus cabezas. Se vendieron, pero nosotros no. Resistimos y aguantamos.

Porque resistimos y aguantamos nos sentamos en nuestras butacas y esperamos para ver a una banda de los tiempos en que el rock era demoníaco y estos eran los mejores demonios a los que se podía adorar. Esperamos, vaso de Coca Cola en la mano, a que aparezcan aquellos que cruzaron a nado el Rubicón lisérgico para plantar en la otra orilla su bandera. Y entonces, con puntualidad inglesa, se asoma Sir Mick Jagger a una constelación fosfórica de teléfonos. Entra como pateando una gran puerta. Como pateando una gran puerta y gritando: yo soy el puto amo. Y durante dos horas y media lo será. Ya lo dijo Neil Young: Es mejor arder que desvanecerse. Y el tipo está ahí, en llamas, moviéndose desenfrenado con sus plumas rojas como alas de ángel del infierno. Hay que decirlo, a sus compañeros les cuesta más salir inmunes del Hig Definition: El apacible Charlie parece un pianista del teatro Colón; ni un tsunami podría conmoverlo con su remera celeste y su gesto pétreo. Ronnie Wood y Keith Richards aparecen como momificados y en sus rostros pueden leerse mapas de viejas cicatrices. Pero emiten aullidos fascinantes y sus guitarras no hacen otra cosa que lanzar gemidos encantadores a la noche. Y es cuando el electrocardiograma del rock se sobresalta y dibuja fugaces montañas en la planicie como para desmentir al tiempo y a los afiches de las marquesinas: el rock es sólo cosa de viejos.

Vamos, agitamos, cantamos, tomamos tres o cuatro cervezas, vodka con gusto a frutas, energizantes, consumimos drogas de probada benevolencia. Y mientras libramos nuestras batallas cotidianas contra la calvicie, el colesterol y los triglicéridos. Mientras pasamos del talle L al XL. Mientras empezamos clases de yoga o jardinería. Mientras abandonamos esas clases. Mientras entramos y salimos de relaciones vacías. Mientras nos casamos, nos divorciamos, tenemos hijos y les mostramos con orgullo la remera como la prueba irrefutable de que estuvimos y vimos a los Rolling Stones.
Mientras todo eso nos sucede, ellos seguirán resistiendo con aguante. Sólo para dejarnos un mensaje tan claro como contundente:

Es sólo rock and roll, pero nos gusta.

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