Derrote el terror

Crónicas de Acá

Derrote el terror

La historia de los días de furia que vivimos los tucumanos narrada desde la cobertura de una agencia de periodismo independiente.

“Derrote el terror. Haga circular esta información”.
Rodoldo Walsh.

48 horas de miedo.
24 horas de silencio del gobernador José Alperovich en medio de la crisis social más grave de los últimos diez años.
5 muertos que pueden ser más.
Dos noches de insomnio.
Dos días de caos.
Policías en huelga, policías operando desde el terror.

*****

Lunes 9 de diciembre. 11 de la mañana. Alperovich declara que ‘con la seguridad está todo bien’. Ese mismo día, seis horas después, tiene lugar el primer saqueo. En la avenida Néstor Kirchner. Nada volvería a la normalidad hasta mucho después. Hasta una eternidad que aún continúa.

El terror se basa en la desinformación. Como golpes en la oscuridad, que no se sabe de dónde vienen. O que pueden venir de todos lados. O no venir. Así se vivió en Tucumán. Como una larga noche que comenzó esa tarde y aún amenaza con volver. Y golpear. Y doler.

*****

2 renuncias por el conflicto: el jefe y el subjefe de policía.
2 cuadras de cola para comprar armas llegaron a verse.
5 mil pesos cuesta una pistola en el mercado negro, sin papeles.
8 y 10, los dos canales principales de Tucumán, continuaron con su programación habitual durante los dos días de caos.

*****

A Tomás le dicen jocosamente el subcomandante. Con 24 años, se sumó a la Agencia de Prensa Alternativa (APA!) en junio y dos meses después se encargó de la cobertura de la lucha universitaria. Pasó muchos días durmiendo ahí, volviendo a su casa sólo para escribir artículos o editar videos. El mote de ‘subco’ surgió por su compromiso.

Con él estuvimos juntos cuando Tucumán ardía y la misma confusión en la que estaba sumida la sociedad nos invadía a nosotros.

“¿Qué hacemos?”, nos preguntamos.

Ya era martes. Un día antes había comenzado todo. Mareados ante tanto rumor y desinformación, nadie comprendía lo que está sucediendo. Cámara en mano, vamos a chocarnos con la realidad más profunda. Simultáneamente, fuimos convocándonos todos los compañeros de APA! No éramos sólo dos. En muchos rincones de la ciudad, desde las casas, todo un grupo de puso al servicio de intentar develar qué estaba ocurriendo.

Salimos a recorrer las calles. A comprobar rumores. A ver lo que pasaba sin intermediarios. A sortear el cerco informativo, el terror organizado, el vacío de poder. Allí estaban las barricadas, el fuego que encandila, el humo como señal, la solidaridad confusa, el racismo doliente, la confianza, la desconfianza, el todos contra todos y el todos con todos. Junto. Mezclado.

Fuimos a la comisaría segunda. Una protesta de vecinos había copado la calle. Llegamos cuando había corridas. Veo a un primo. La cara desencajada, los pelos enmarañados, los ojos abiertos en su máxima plenitud. “Le pegaron un tiro a un tipo, Sebi, los canas le dispararon”. Salgo corriendo. Encuentro un adolescente. 16 años. Me muestra la marca de la bala de goma. Les grita a los policías. Veo otro hombre, de unos 50 años. Es pelado, tiene una panza prominente. Me muestra dos heridas. No tiene voz. No me lo dice, pero sospecho que fue por tanto gritar.

No me alcanza la mirada para observar todo lo que pasa. Mi cámara no deja de filmar. Un hombre, flaco, alto, morocho, con una remera blanca apretada, se pasea con una Itaka. La mueve, la revolea. La gente lo insulta. Es un policía de civil. Enojado, recarga su arma y amenaza con disparar. Miro atónito.

Llega Gendarmería y aliviana la situación. Aunque en el medio uno me empuja porque estoy filmando al hombre de remera blanca que está sentado adentro de la comisaría. Me enojo, pero no dejo de registrar todo.

La situación se calma. Decidimos volver a mi casa a editar lo filmado.

Cuando llegamos, nos enteramos que están reprimiendo en plaza Independencia.

Salimos corriendo. Nos separan las ocho cuadras más largas que recorrí en mucho tiempo.

*****

30 años de democracia.
1 megafestival en la Ciudad de Buenos Aires.
3 salones de la Casa Rosada fueron ambientados como escenografía para un festejo VIP.
250 locales saqueados.
5 muertos que pueden ser más.

*****

El principal paseo de Tucumán es un campo de batalla. De un lado, otra vez los oficiales de verde. Del otro, el pueblo, los vecinos, los ciudadanos de a pie. Se enfrentan, se insultan, se desconocen. La policía ya reprimió. Más víctimas. Más dolor. Más bronca.

Esa noche no termina nunca.

Mientras estamos editando todo lo que pasó esa noche, escuchamos disparos. Tomás sale al balcón de mi departamento. ‘Cuando escuche diez tiros, vuelvo’. No demora más de 5 minutos.

Al otro día, la plaza Independencia vuelve a llenarse. Las consignas son confusas. La más clara es la que exige, la que pide, la que ruega que nunca más vuelva a pasar una cosa así en Tucumán.

La oscuridad sigue.

Los policías ya acordaron con el gobierno, pero nada vuelve a ser igual. Nada vuelve a la normalidad.

*****

“En mi barrio la he pasado duro porque cerca de mi casa hay un asentamiento grande, entonces toda la gente de ahí se ha levantado. Pero anoche se ha visto que esa misma gente se ha organizado para cuidar sus pertenencias. Entonces, ha sido algo muy…no sabías para donde tirar, en quien confiar, no sabías nada”, me dice un chico de 20 años.

El terror no es lo mismo que el miedo. El terror aísla, paraliza. El miedo nuclea. Permite movilizarse y buscar al otro. Un pueblo entero se ha sumido en el horror.

El futuro espera expectante si esa larga noche puede generar un amanecer distinto.

Sugerencias

Newsletter