Bitácora Zeta

Las mujeres más lindas en tu mundo

Llueve en Porto Alegre y en la hoja de esta computadora acomodo algunas ideas.

Muchos brasileros dicen que acá, en el Sur de su país, se encuentran las mujeres más lindas de Brasil. Creo que sé a quiénes se refieren: a esas muchachas de cabello ocre, apenas ondulado, largo, de puntas que le acarician la cintura, de puntas que, cuando corre viento, les hacen cosquillas en la cintura. De piel clara, de ojos de trigo, altas, sonrientes de dientes blancos. Creo que son ellas, que a ellas se refieren porque esas características hacen distintas a las brasileras del Sur. Y tal vez la belleza tiene que ver, en muchos casos, con la distinción.

Dicen por acá también que las mineiras, las mujeres del departamento de Mina Gerais, son las más dulces, quienes hablan más cariñoso. Ese poder, que manejan muy bien las colombianas, las vuelve atrapantes, tanto, un poquito más o un poquito menos, como la silueta de esa mujer de piel oscura que camina semidesnuda por la playa de Copacabana, en Rio de Janeiro.

He tenido la dicha de viajar por muchos países y por eso más de una vez me preguntaron dónde están las mujeres más lindas del mundo. Sucede que mientras más viajo más me alejo de precisar un país o una región, pero más me acerco a una respuesta certera: la mujer más linda del mundo está exactamente delante de tus ojos, donde vos estés parado.

Es tarea nuestra, de quienes gustamos de las mujeres, saber descubrir qué tiene de hermoso cada una de ella. Porque créame: todas tienen algo. Qué me dice de esa muchachita de ideales de libertad, capaz de convencerte de lo que quiera por la seguridad de sus palabras. O bien, de la que disfruta al vertise y perfumarse y que sale a caminar entre sueños por Tucumán, París o cualquier esquina del mundo, y en todas deja suspiros. Mujeres que luchan, mujeres sacrificadas, mujes que estudian, mujeres que sueñan, mujeres que sonrien al despertarse y preparan un café con besos de desayuno.
Yo no sé quién es más hermosa, pero estoy seguro que las mujeres se hacen más hermosas cuando son ellas mismas. Cuando, libres, eligen ser de alguna de las mil maneras que pueden ser. Cuando una mujer es ella misma, es una mujer hermosa.

No importa el color de su piel, de su cabello, si usa zapatillas o elije zapatos de Cenicienta. Cada una a su manera, pero decididamente a su manera. Cada una habrá de jugar con las prendas, los sombreros, los colores, las cremas o la manera de arreglarse. Dueñas de su cuerpo y de sus elecciones, podrán embellecerse a su gusto. Unas elegirán cambiar las medidas de su cuerpo, otras colgarán de sus orejas semillas verdes, otras bailarán samba, otras se perfumarán rico y otras preferirán mostrarse sin maquillaje. Infinitas variables.

Así gustan más, así le dan al mundo de los ojos las distintas variantes de la belleza. Es eso apenas una ayuda, porque de nosotros, de quienes gustamos de las mujeres, depende saber encontrarla.

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