La noche del libro

Crónicas

Aquí Adentro

La noche del libro

La presentación de Aquí Adentro, nuestra segunda antología, fue una fiesta. La crónica del evento que contó con la participación exclusiva del Messi de Famaillá.

Desde temprano en la mañana del sábado, aunque no tan temprano a decir verdad, tipo once y media, cuando la peatonal Muñecas hormiguea de gente cargada de bolsas y de niños que reclaman un panchuque, una gaseosa o alguna golosina. En ese momento en que los tucumanos terminan de hacer sus diligencias, como solía decir una tía mía cada vez que iba al centro (en colectivo, nunca en sulki). En el ocaso ya de esa mañana del día de la virgen, extrañamente templada y algo gris, donde se preanunciaba el fin de la benevolencia atípica del verano nuestro; una presencia extraña y a la vez familiar obligaba a los transeúntes apurados a cogotear acaso sorprendidos, acaso risueños, acaso fascinados. “Es el original”, “Para mí que es el Pulga Rodríguez”, “Es fiero, chango”, “Es el que está en Famaillá, el Messi”; los murmullos eran todos para la escultura que descansaba en frágil equilibrio a un costado, para no interrumpir el paso. Algunos detenían su marcha para indagar, otros le sacaban fotos, un niño insolente le disputaba la pelota a patadas, pero a la pelota toda despintada de telgopor el Messi de Famaillá, se sabe, la tiene pegada.

Ahora nadie se pregunta si el Messi con cara de changuito es Messi, nuestro Messi, sino qué hace en plena peatonal el sábado al mediodía. Porque Mickeys y Patos Donalds hay para hacer dulce, pero Messis de Famaillá hay uno solo. Este que está acá; un Messi insospechado y original en su extravagancia. Y quienes se acercan lo observan rodeado de libros que replican en sus portadas su singular estampa de réplica que se multiplica de manera cuasi borgeana en el papel. El anuncio que escupe un pequeño parlante nos informa con ritmo de cumbia: “Aquí adentro, 16 maravillosas crónicas que narran a nuestra provincia como nunca antes nadie lo hizo”. La voz del Chin Luna, animador de carnavales y fiestas patronales, nos dice que la presentación del libro, la segunda antología de crónicas de Tucumán Zeta, es esa misma noche, en el Centro Cultural Virla. Pero, varias horas antes de pisar las tablas del escenario que lo tendrá como gran protagonista, el Messi y los libros donde Messi se replica están a la intemperie. Porque el Messi, los libros y las historias que cuentan los libros, nacieron ahí, ahí afuera, en la calle.

Ya en la antesala del Centro Cultural el Messi de Famaillá luce otro porte, mucho más canyengue, mucho más señorial.  Acicalado de Blem y sin las telas de arañas que platearon su sien, ahora brilla y huele a limón. Y no es para menos, porque lo que viene es una fiesta donde el Messi famaillense será el epicentro de los flashes. Pero sólo hasta que haga su aparición estelar Miguel Benegas con su bicicleta y parlante a cuestas. Ambo fucsia, sombrero, anillo con una piedra roja enorme y el carisma propio de quien es por todos conocido como el achilatero más emblemático de Barrio Sur y ¿por qué no? de la provincia en su extensión. Con los clásicos de la música disco de los ochenta de fondo, Miguel repartía la achilata que empezaba a teñir de forma draculea las bocas de quienes habían llegado puntuales a la cita. No tan canonizada como la empanada o el alfeñique, la achilata, goza de una popularidad envidiable y ha logrado vencer los prejuicios de quienes han sabido caracterizarla como el helado de los más pobres. Con la achilata se alimenta, se endulza y se presentan libros. Así lo confirman los vasos rebosantes de ese escarlata fosfórico que pinta las sonrisas del público que va copando el Centro Cultural, que se arrima a los libros, que los toma en sus brazos, que los acuna, que los recorre con ojos y manos; ojos y manos que parecen acariciar el papel.

¿Cómo hacer que la presentación de un libro no sea, precisamente, la presentación de un libro? Esos eventos excesivamente formales y acartonados donde los autores se reúnen en una mesa con comentadores de aquello que los lectores todavía no han leído. Eventos que reúnen a parte de la más distinguida prosapia intelectual y a una troupé variopinta de manyines de canapés. Eventos que aburren y mucho. Creo que era Woody Allen quien decía aquello de que todos los géneros son válidos, menos el aburrido. Y si nuestro oficio consiste, precisamente, en hacer que el lector no se aburra y nos abandone por el tráfico de memes o las series de Netflix, entonces, mal haríamos en reunirlos a todos en una sala para que se aburran. Y luego, movidos por un sentimiento de piedad, se lleven el libro a sus casas para que los aburramos ahí también. Acercarle un libro a un lector no se aleja de la premisa presente al escribirlo: es un arte de seducción. Seduce Miguel con su look y su ritmo, seduce la achilata y su sensualidad dulce y carmesí, seduce la música que invita al baile, seduce el Messi famaillense en su rictus que precede al gol, seducen las historias siempre que están bien contadas.

Quien escribe extrañamente tiene la posibilidad de encontrarse con su lector, de abrazarlo y de darle las gracias, por estar del otro lado, por hacer que su oficio, artesanal y anacrónico, aún tenga sentido. La relación es siempre diferida, como un amor a la distancia o como tener un tamagochi de mascota. Y en la antesala del Virla ahora no alcanzan los brazos para abrazar lectores ni las lapiceras para dedicar los libros porque hay que hacer malabares con el libro en una mano y un vaso de achilata en el otro. Pero pronto nos dirán, como quien reprende a un niño, que terminemos la achilata para pasar al auditorio. Entonces hay que tomar la achilata a las apuradas, buscar al Messi, cargarlo con cuidado, lívido y frágil como es, posarlo en el escenario, tomar asiento y esperar la intro cumbiera y las palmas y todo lo que sigue. Eso, lo que sigue, también es una fiesta.

Arranca Carlitos “Maravilla” Cazón, animado, histriónico, locuaz, para darle la bienvenida al público y el pase a Anita “La Princesita” Chehin; la prologuista y presentadora de lujo, la que sabe más que cualquiera de la crónica y de este libro que nos convoca. Ella, lo pinta mejor que nadie: “Son dieciséis crónicas que trashuman geografías propias y lejanas, que desandan el camino de la ciudad para adentrarse en los pueblos de Tucumán adentro, que evocan canciones, películas, novelas, que oyen voces de la más variada procedencia. Atributos que hacen de este género anfibio, atrevido, irreverente una razón legítima para acreditar en que la no ficción es acaso hoy uno de los lugares más luminosos de nuestra literatura”. Y la Anita y las luces brillan y, aunque ahora no los veo, imagino mis ojos acuosos y brillantes cuando ella dice que “Tucumán Zeta no es sólo una revista, es un proyecto, un colectivo de gente cuyo horizonte es siempre hacer periodismo de calidad. Por eso crece de a poco, pero con la fuerza arrolladora e imparable de la creciente de un río y con la generosidad de tener siempre un asiento disponible para quien entienda que hay una obligación con la verdad, con los lectores, con la ética del oficio. Celebro el compromiso y la pasión con que está hecho este libro de punta a punta”. Y cómo no emocionarse con el camino recorrido hasta esta noche. Seis años y dos libros ofrendados al oficio no son moco de pavo ni de pollo.

Carlitos arranca con las preguntas y Pedro Noli explica el doble sentido que encierra el título del libro: Aquí Adentro es el adentro mismo de Tucumán, eso que visto desde otros lugares suele llamarse “el interior”, casi siempre con un matiz folclorizante o peyorativo. Adentro es donde suceden las historias que retrata el libro: San Miguel de Tucumán, Famaillá, Los Córdoba, Los Ralos, Tafí Viejo, la carpa del circo Rodas o el detrás de la cuarta reja del penal de Villa Urquiza.  Pero adentro también es el lugar desde donde decidimos contar: las entrañas de la historia, ahí donde el cronista se mete para indagar, mirar, sentir y contar. Por su parte, Alfredo Aráoz cuenta lo que significó relatar la experiencia traumática del aborto clandestino desde la voz de Lourdes. Y yo vuelvo sobre lo difícil que fue afrontar un proyecto colectivo e independiente en plena crisis editorial, o mejor, en plena crisis; a secas. Los fotógrafos son personas de pocas palabras, se sabe, pero Diego Aráoz se toma el tiempo de agradecer a todos los colegas, fotógrafos y cronistas, que sumaron su talento de forma desinteresada para la revista y para este libro. Nicolás Núñez, la sangre más joven del equipo, aunque esa jovialidad juvenil no suela reflejarse en su habitual atuendo, arrojó la mirada milenial y también aprovechó para agradecer: a los amigos y a los colegas que lo bancan y bancan a la revista. Al tata que lo sigue desde el cielo.

Una cadencia familiar a sábado por la siesta, a barrio, a sillas y parlantes en la vereda, a cerveza fresca, a cumbia, a baile, copó el escenario en la voz del gran Oscar Mazza; el conductor de Elegidos, el programa más histórico y popular de la provincia; la meca bailantera (old school, con bailarinas siempre decorosas y siempre encantadoras) donde se plasman los sueños de los artistas que se ilusionan con los aplausos y los grandes escenarios. Y nosotros ahí, compartiendo escenario con Oscar, también nos sentimos un poco la banda del momento.

Todavía faltaba más. Cuando la fiesta popular parecía completa, la majestuosa Gloria Oh irrumpió en escena. Glamorosa, verborrágica, desfachatada, la diosa drag apareció encorsetada en su vestido de reina. Las pestañas largas y frondosas, como alas de mariposa prontas a levantar vuelo, desparramaban por el auditorio su encanto de seducción. Hasta el Messi pareció despertar de su letargo de inmovilidad, cual Pinocho, y despegó por un momento la mirada del arco. La pelota, siempre, pegada al pie. Lo que se dice un crack. Con Diego nos detuvimos a contar algunos detalles de la producción de aquella crónica. Nada que no esté ahí dicho. Luego y a pedido del público, me tocó leer ese párrafo que es toda una apología al culo de Gloria. Y mientras enumeraba las propiedades prodigiosas de ese culo como lo hacen los vendedores de pomada Mentisan en El Bajo, hubo un coro de risas que hizo eco en el auditorio y fuimos felices. ¿Qué más se le puede pedir a un libro?

 

Aquí Adentro son dieciséis historias contadas por doce cronistas (Maby Sosa, Mariana Maulú, Emilia Herrerías Martínez, Alfredo Aráoz, Franco Carletto, Martín Dzienczarski, Bruno Cirnigliaro, Ernesto Picco, Miguel Velárdez, Máximo Chehin, Exequiel Svetliza y Pedro Noli) y retratadas por seis fotógrafos (Diego Aráoz, Jorge Olmos Sgrosso, Nicolás Nuñez, Cecilia Gallardo, Gabriel Varsanyi y Luciana Cano) y un ilustrador (Julio Federico Augier) en 302 páginas que incluyen el maravilloso prólogo de Ana María Chehin. Aquí Adentro es el resultado de un esfuerzo colectivo que incluyó a todos los integrantes de Tucumán Zeta y a los integrantes de la editorial tucumana La Cimarrona (Priscilla Hill, Agustina Ganami, Marco Rossi Peralta y Jorge Atar), pero también al equipo de diseño del diario digital El Tucumano. Laburo de orfebre que consistió en seleccionar crónicas y fotos, revisarlas, editarlas, reditarlas y pulirlas hasta que no puedan más que brillar con su propia luz. Aquí Adentro, con la notable excepción de la crónica santiagueña de Ernesto Picco, es un producto completamente tucumano donde resuenan las palabras de acá. Desde el epígrafe en donde el legendario periodista Luis Rey nos anuncia: “El Owen…ya lo quiero ver al Owen jugando en Amalia”. No somos Owen, pero jugamos en Amalia. Este equipo enorme conserva la pulsión pasional del amateurismo, pero juega en primera. Sobran ganas y talento.

 

¿Cómo reunir a quienes cuentan y retratan las historias con los protagonistas de esas historias y con sus lectores? En una fiesta; una fiesta donde se celebra la aparición de un nuevo libro, pero también mucho más: la presencia de un complejo y plural coro de voces y miradas, de historias trágicas y alegres; todas ellas necesarias como parte de un mismo rompecabezas: los casos de gatillo fácil, el aborto clandestino, el transfemicidio, la marginalidad, lo queer, la militancia, las luchas sociales, el milagro, la ciencia, el arte, la vida en la cárcel, en el circo, en esta porción de mundo donde nos toca vivir. Historias que son de acá, pero que se replican en todas partes. El cierre es con algunos de los cronistas, fotógrafos, editores y protagonistas sobre el escenario. La foto grupal es un retrato lleno de vida y de historias. Está el gran Juan Francisco Cabrera de Los Ralos y su ejemplo de lucha. Está Ana Reales, la madre de Miguel Reyes Pérez, y su incasable pedido de justicia. Está Oscar Mazza, la voz de las siestas de los sábados. Está Gloria Oh, la diosa pagana de la nocturnidad. Está Lourdes. Y está también el Messi; el Messi de Famaillá.

El libro, nos dice Anita Chehin, es un golazo; golazo como ese que está por materializar Messi en su pose petrificada y eterna. Un Messi que es tan nuestro y original como este libro. Y para cerrar, Anita vuelve sobre las palabras que cierran la crónica de Emilia Herrerías Martínez. Y yo vuelvo ahora sobre las palabras de Anita; la réplica de la réplica. Lo que somos, lo que decimos desde Aquí Adentro:

Así, desmesurada y excesiva, de a ratos kitsch y flashera, de a ratos criolla y popular, otras veces culta y erudita, la identidad argentina parece extasiada con el deseo latente de ser auténtica pero igual a Europa. Una identidad que es la réplica de una copia de la copia de otra réplica. Como el Messi de Famaillá.

Y ahí está el Messi, etéreo y congelado en un partido perpetuo. Acaba de meter un golazo. Como un crack.

Pero esto no es un Messi: esto, simplemente, es.

 

Sugerencias

Newsletter