El aldeano volvió a La Habana

Crónicas de Allá

Crónicas de allá

El aldeano volvió a La Habana

AL2, EL ALDEANO, es uno de los raperos más influyentes del hip hop en Cuba. Con sus canciones de protesta se sublevó contra el gobierno. En 2013 se vio forzado a dejar la isla para vivir en Estados Unidos, pero el último sábado de marzo de 2016 regresó a la Habana Vieja, su barrio, su aldea, donde se declaró inocente. Con su música y sus letras se pregunta quiénes son los héroes de Cuba.

La sala estaba a oscuras. En un extremo, la pantalla reflejaba los créditos de un documental sobre un rapero cubano. El público aplaudía: algunos sonrientes; otros, emocionados. Terminaba la proyección en la terraza de una casona derruida de La Habana Vieja. El filme había mostrado la vida de AL2 EL ALDEANO, un joven cubano que con sus letras hizo temblar las paredes del barrio. Después sus canciones empezaron a convertirse en himnos y saltaron las fronteras del vecindario. Cada vez más jóvenes escuchaban los argumentos en ritmos de hip hop. Las letras llegaron a oídos del gobierno cubano, y le pusieron un ojo encima. Empezaron a seguir sus pasos. Había preocupación por lo que decía. Esas canciones estaban generando una revolución en La Habana. Entonces lebajaron el martillo. AL2 no pudo cantar más. Lo detuvieron en una caótica semana de 2009 con acusaciones cruzadas y escándalo político. Lo encarcelaron. Lo censuraron. Lo prohibieron. Pero nunca imaginaron que la única manera de callarlo era cortándole la lengua. Como no se la cortaron siguió cantando como pudo, donde pudo. El Estado lo tenía vigilado y le bajaron mano dura. A él no le quedó otra opción que salir de Cuba, cuando la nueva legislación le permitió viajar sin tener que pedir permiso oficial. Se subió a un avión y cruzó al norte, pero sus letras siguen sonando en La Habana, porque se venden en copias de CD en cada esquina.

Una cineasta francesa llegó a Cuba, escuchó ese relato, habló con los amigos del rapero, se contactó con todos, recorrió la aldea completa y resolvió contar la historia de AL2 en un film llamado «Esto es lo que hay, crónica de una poesía cubana». Ese documental se estrenó a fines de marzo en la propia Habana Vieja. Fue todo un acontecimiento. Llegaron los amigos, los familiares, los que ya sabían el guión de memoria, porque lo habían visto a AL2 levantarse una y otra vez. El azar se ocupó de cruzarme en el camino de esta historia. Aquella tarde del sábado 26 de marzo, faltaban dos horas para el estreno del documental, cuando me encontré con Jon Lee Anderson en la Plaza de la Revolución. El reconocido reportero de la revista The New Yorker, autor de la biografía más rigurosa que se haya escrito sobre el Che Guevara, me dijo que estaba haciendo tiempo para ir a ver la proyección.

-¿Quieres acompañarme?

-¿Cómo?, pensé en silencio, y tardé unos segundos en responder.

-Digo si no tienes otro compromiso, agregó Anderson.

Por cierto, si esa tarde, Jon Lee Anderson me hubiera dicho que iba a entrar al mar descalzo y a sumergirse por completo entre las olas, sólo para comprobar la temperatura del agua, yo –que no sé nadar- igual iba a acompañarlo.

En esa última semana de marzo en La Habana me sucedieron varias cosas increíbles. En el Gran Teatro pude ver y oír a Barack Obama en su discurso de reconciliación con los cubanos y, en ese mismo portentoso coliseo, fui testigo de cómo se produce un silencio cubano, que mezcla respeto y tensión antes de recibir a Raúl Castro para luego estallar en una ovación casi interminable. Tres días después llegué a la Ciudad Deportiva para ver el recital histórico de los Rollings Stones. En medio de los fanáticos, frente al escenario, esperé en el césped junto con Joao Pina, fotógrafo portugués, de pelo largo, con estilo de hippie filósofo, quien supo registrar el despojo que dejó la dictadura argentina en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). En el mismo grupo estaba el irreverente y siempre de buen humor, Patricio Fernández, director del semanario chileno The Clinic, una publicación reconocida por su combinación de sátira y humor político. En esa espera de “sus majestades satánicas” también estaban los colombianos Ricardo Corredor y Natalia Algarín Gutiérrez, como abanderados de la troupe de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, que creó Gabriel García Márquez. El anfitrión de esa cofradía era el cubano Abraham Jiménez Enoa, gran bebedor de cerveza helada y fundador de la revista digital de crónicas cubanas llamada El Estornudo. Fue un hermoso grupo de gente, amigos, colegas, que se congregó en La Habana como si fuera una gira de egresados.

Entonces, cuando Jon Lee Anderson me preguntó si quería acompañarlo no habría habido nada en el mundo por lo que pudiera negarme. Por supuesto, claro, obviamente, te acompaño…Me llevó hasta la Plaza Vieja, caminamos por San Rafael, después me mostró la casa donde revisaba los diarios del Che Guevara… hasta que llegó el momento de ir al estreno.

La sala se improvisó en la terraza de una casona con paredes de colores. Una construcción tan vieja, que a medida que entraban más jóvenes aumentaba la preocupación de los organizadores. Una mujer de unos cincuenta años con cara de madre protectora tomó el micrófono, pidió audio y advirtió: «Les pedimos que se distribuyan en proporciones iguales, porque esta casa está en peligro de derrumbe». Lo dijo con absoluta serenidad como quien anuncia que afuera hay sol y cielo despejado.

La mayoría del público eran jóvenes del barrio, amigos de la aldea, y uno que otro familiar. Era obvio que yo estaba en la zona más cubana de Cuba. El filme duró un poco más de una hora. Lo más sorprendente fue descubrir que en cada escena aparecían algunos de los chicos que estaban sentados a mi lado. Miraba la pantalla y giraba la cabeza para ver al del al lado. Era la misma persona.

El salón, en la terraza, tenía el tamaño de una cancha de voley. Las sillas se colocaron una al lado de la otra, pero había tanta gente que agregaron tablones en forma de asientos para dar cabida a todos. Con las luces apagadas solo se veía la pantalla. Cuando pasaron los créditos, el público aplaudió, mientras comenzaban a encenderse el resto de las luces. La francesa directora del filme, Lea Rinaldi, agradeció la presencia de todos y lo hizo en un español difuso, apenas entendible. Por eso dijo que no iba a hablar mucho. Luego anunció una visita sorpresa y apareció el mismísimo AL2, recién llegado de Tampa, en Florida, donde vive desde hace unos años.

Con la mano derecha acercó el micrófono a la boca, hizo un saludo largo y a los gritos y la gente estalló en una ovación. A mis vecinos de asientos se les abrían las pupilas por semejante sorpresa. AL2 estaba en La Habana. AL2 había vuelto al barrio. AL2 saludaba en persona a sus amigos. AL2 caminaba hacia donde estaba la pantalla. Era como si hubiese salido del film convertido, otra vez, en un ser humano. En unos segundos, los jóvenes sacaron sus celulares para registrar el momento. Apuntaban sus cámaras al rostro del rapero, que se paró delante de todos y agradeció la bienvenida. Sabía que su presencia no agradaba al gobierno y lo dijo bien clarito:

-Hace mucho que no canto en La Habana. No es que no quiera; es que no me dejan, mi hermano. Me tuve que ir, pero este es mi país, y este es mi lugar -dijo-. Aquí, esta noche, hay una mujer que dice que es de una productora, man. Dice llamarse Elena. Yo le digo que no es Elena, ni tampoco es de ninguna productora. Ella está mandada por el gobierno. Viene a escuchar qué decimos, quiere ver qué es lo que hacemos, con quiénes hablamos. Pero nada de eso me va a callar -agregó en medio de la euforia del público, que seguía tirando fotos con los celulares.

AL2 tiene los músculos de los brazos bien marcados. Los tatuajes bajan desde el codo hasta las muñecas y suben hasta los hombros. Lleva un pañuelo atado a la cabeza. Un piercing en la ceja derecha. Una barba de tres días cuidadosamente descuidada. El pelo largo, peinado en rastas, se anuda en la espalda. Viste un pantalón verde y negro y tiene aros en las orejas. Se mueve en la sala, delante de la pantalla -ahora apagada-, como si estuviese en un escenario. El público quiere escucharlo, pero nadie guarda los celulares. Todo el mundo quiere más recuerdos. Los flashes rebotan en el rostro de AL2, que va y viene de un lado a otro como un boxeador en el ring, parece ansioso; por momentos, excitado, como un animal enjaulado… hasta que empieza a cantar.

El odio no es un buen recurso para una buena creación /
La base de todo triunfo está en la fe y el corazón /
Sin amor solo se logran objetivos sin pasión /
que después que se cumplen, no cumplen ninguna función…
Defender las ilusiones por muy distintas que sean /
es una tarea linda no abandones tus ideas /
Si tropiezas levántate y no pares tu pelea /
que solo así tendrás aquello que tanto deseas /
la gente sin voluntad no va hacia ninguna parte /
donde no hay motivación no hay desarrollo, es como el arte / una vez que te detienes y no sostienes tu bandera / la vida se pierde y de recuperarla no hay manera /

Inocente y aquí quién es inocente / quién no finge, quién no roba, quién no falla / quién no habla, quién no calla / quién no toma, quién no miente / inocente y quién es inocente / quién es quién no siente los deseos de jugar a ser / lo que le pase por la mente

Se me acusa de ser un mal hablado
un delincuente /
de borracho, de pesado, de tatuado, intransigente /
de gusano, drogadicto, de violento, de demente /
pero te explico por qué me considero inocente /
pues con mi rap cochino, mi lenguaje indecente /
con mis malas palabras, y mi forma de ser diferente /
con mis boberías, y mis problemas de la mente /
he salido adelante y he ayudado a una pila de gente /
inocente porque lo que he hecho para mí no es mucho /
porque pa’ subir… el piso a nadie le serrucho /
porque siento que es inmenso el arte por el que lucho /
porque si no fuera así créeme ni yo me escucho /
inocente porque mis defectos los acepto /
rectifico mis errores pues sé que no soy perfecto /
porque también jodí creyendo hacer lo correcto /
y después traté de reparar mis fallos con afecto /
inocente porque descubrí un poco tarde /
que hay que tener valentía incluso hasta para ser cobarde /
inocente porque fui lo que era sin alarde /
y porque lloro a solas siempre cuando las heridas me arden /
inocente porque soy como quiero
y solo quiero /
vivir mi vida contento sin tanta mierda y dinero /
inocente me declaro, inocente me considero /
si soy culpable de algo es de intentar serme sincero /
inocente porque no separo a nadie /
no maltrato a nadie /
no le robo a nadie /
no piso a nadie /
pues nadie tiene derecho de juzgar a otro /
cuando el reflejo de su moral se ve en el espejo roto /

A esa altura, el público había dejado las sillas. Todos se movían al son del hip hop. Cantaban las letras de AL2 de memoria y sin dejar de grabar con los celulares…

Inocenteeeeeeeeee -repetía la canción- y quién es inocente / inocente es un vecino mío que alquilaba su casa a extranjero / y a la vez era combatiente / inocente y quién es inocente / inocente son los niños que no saben lo que es la maldad y nos miran transparente /

Los jóvenes formaron un círculo alrededor de AL2. Ya no era como en un teatro, sino como en los viejos tiempos cuando se juntaban en una esquina de la plaza. En la ronda cantaban todos. Las letras eran poemas y se las sabían de memoria. Era crítica, era queja, era dolor, era angustia, era desgarrador.
Un habanero había logrado sublevar a la aldea con un rap. Los amigos escuchaban, bailaban, lo grababan y le rendían culto. Era un movimiento social en una terraza a dos cuadras de la plaza. Estaba claro que si el gobierno pretendía apagar esa luz ya era tarde…

Se me acusa por ser de los que no se esconden /
y de los que a la menta en bocata le responde /
se me acusa por no tenerle miedo /
y estar donde estén acusando de algo injusto /
a mi hermanito Monde /
se me acusa de caminar contrario a la corriente /
de gastar lo que me lucho en lo que estimo conveniente /
mandar pa’ la pinga el mundo, de escribir constantemente /
de defender mis sueños y convivir con un paciente /
se me acusa ajá, pero sin fundamentos, por ser yo /
por hacer hip hop, y no ocultar mis pensamientos /
se me acusa por ser un tipo que con argumentos /
demostró que no todos los jóvenes estaban contentos /
se me acusa de ser quien su sonrisa regala /
de volar sin alas, de matar sin balas / de apoyar sin malas intenciones / y a la hora que nadie lo espera /
aparecerme de imprevisto y pitar rega’opa’ cualquiera /
se me acusa pero yo sé que los motivos, men /
son porque no me entienden o no me conocen bien /
yo también erróneamente he acusado a alguno /
y hoy por hoy son mis amigos y no los cambio por ninguno /
Se me acusa por pensar, por sentir, por soñar /
por reír, por llorar, por vivir, por crear /
se me acusa de escribir, de seguir, de rapear /
de decir, de escupir, de ser yo, natural /
se me acusa por decir la verdad sin permiso /
por pedir un puño arriba y dedicar con sacrificio /
mi juventud a este arte con quien tengo un compromiso /
el cual voy a defender con mi vida si es preciso /

AL2 tiene dos hijos. Aldito y Almita. A ellos iba dedicada esa canción. Todo el mundo bailaba en el salón y cantaba como un coro las rimas. A esa hora, tal vez, yo era el único que recordaba la advertencia de la mujer sobre el peligro de derrumbe. En la terraza, la fiesta continuaba en una semana que fue histórica para Cuba por la visita de Barack Obama a Raúl Castro y el concierto de los Rollings Stones para medio millón de personas. A todo eso se sumó que AL2 había regresado a la aldea.

¿Por qué el gobierno cubano intentó callarlo? ¿Por qué lo encarcelaron? ¿Por qué lo censuraron?, ¿lo prohibieron?… En ese momento, mientras la masa de gente se movía en la terraza y cantaba las canciones, empecé a encontrar las respuestas a esas preguntas. Ellos cantaban con furia, se notaba un sentimiento contenido, atorado en la garganta y el rap tronaba como un himno para esa generación de ventipico de años.

Las letras de AL2 hablaban de La Habana más secreta, la que no llegan a ver los turistas. La que se esconde en el día a día y está lejos de los taxis que pasean por el malecón. AL2 mantenía el micrófono pegado a los labios y con la mano izquierda marcaba el ritmo con movimientos suaves de arriba a abajo. El público repetía esos pasos como si todo fuese un acto religioso. El estribillo sonaba cada vez más fuerte.

Inocenteeeeeee…

¿Quién es AL2, el aldeano? ¿Cómo hace para que lo sigan adonde quiera que vaya? ¿De dónde sacó esas letras que tanto movilizan a la aldea?… Una escena del documental muestra al dúo puertorriqueño Calle 13 en un concierto en La Habana. Sucedió a fines de marzo de 2010; seis años antes del estreno del documental. Aquella vez, René invitó a varios artistas cubanos a compartir el escenario. Quería cantar algunas canciones con músicos locales. El recital gratuito y al aire libre se montó en el escenario de la Tribuna Antiimperialista, al frente de la embajada norteamericana en Cuba, al costado del malecón, cerquita del mar. Según los cálculos de los organizadores había más de 70.000 personas. Era una vidriera gigante para mostrar el talento cubano. Sin embargo, la policía cubana le impidió a AL2 llegar al escenario. Lo frenaron en un vallado unos 100 metros antes. La cámara de la cineasta Lea Rinaldi grabó todas las excusas que le pusieron para no dejarlo pasar. En un momento, el propio René mandó un emisario para que lo dejaran avanzar, pero no hubo caso. AL2 volvió a su casa sin haber subido al escenario. Fue el único rapero cubano que no pudo cantar, aquella vez, con Calle 13.

Pero AL2 no está solo. Tiene amigos y, uno de ellos es famoso. Silvito El Libre es hijo de Silvio Rodríguez, uno de los artistas más destacados del movimiento la nueva trova cubana; el reconocido autor de la canción Mi unicornio azul. Silvito nació en marzo de 1982 y se agregó el apodo El Libre como un nombre artístico; tal vez para diferenciarse de su padre, que no se animó a romper con el régimen castrista. En La Habana, Silvito se unió a AL2 y juntos compusieron Háblame, una canción que en apenas diez minutos terminó siendo una declaración, que le pegó en el mentón de Fidel Castro. Aunque sin nombrarlo, le hablaba directo al líder cubano para que rindiera cuentas por haber hecho “de un país tan feliz, una islita triste”.

Di lo que no sale, habla de borrachos en los portales /
de los criminales y las puñaladas en los carnavales /
habla que no vale hablar en barrios residenciales /
de los marginales, de madres con niños sin pañales /
Háblame de ti, de tus mañas, tus estupideces /
y de un comunismo fusionado con tus intereses /
del odio que crece por oírte hablar tantas sandeces /
y de la miseria porque el pueblo no se la merece / habla de las veces que acabaste sin que te distingan /
con tu cara linda, háblame de Ochoa repinga /
de todos los muertos, de todo lo incierto /
de todos los conciertos que nos censuran /
por estar despiertos y con los ojos abiertos/ habla más de Cuba, que hay miseria y que la vida es dura / habla de la pura, la que sube en cava a las prisiones / porque la justicia machacó la piel de sus varones / y sus corazones, habla con sinceridad, cojones / para no tener que escribir tan dolorosas canciones /

A mí no me van a parar /
A mí no me van a callar /
porque yo no puedo estar /
en la crisis mundial sin hablar /
Háblame cómo se ve desde la silla en que te sientas /
las mujeres que pa’ comer ponen su cuerpo en venta /
dime con tus palabras, dale cuenta /
porque la leche a tus hijos se la quitan a los 40 /
háblame de los 90, de la mierda del embargo / háblanos de Cayo Coco para aunque sea imaginarlo / háblame, cuenta aquí cómo fue que hiciste / de un país tan feliz una islita triste / háblame, soy todo oídos, y quisiera escuchar / dónde está la patria que Felipe Pérez Roque solía hablar…

Silvito El Libre aparece en el documental. Con AL2 son amigos, componen canciones, se toman unos tragos de ron, ríen, insultan, comparten el tiempo. Esa amistad creció en 2009, cuando arrestaron a AL2 por un par de noches y le confiscaron la computadora. El gobierno cubano quería revisar las letras y todo lo que contenía el disco rígido. Sospechaban que los norteamericanos estaban financiando las grabaciones de los raperos. En aquel tiempo, el propio Silvio Rodríguez intervino, con un par de llamadas clave, para que liberaran al rapero. Después siguió como pudo, donde pudo, como siempre. En el documental quedó patente que AL2 no podría vivir del rap en Cuba. Aumentaba la censura y se le prohibió actuar en La Habana. El rap es guerra se tatuó en el brazo derecho. El 14 de enero de 2013, Cuba cambió su política migratoria. A partir de aquel día se permitió entrar y salir de la isla sin permiso oficial, y sin tener que tramitar “carta de invitación” desde el extranjero. Fue entonces cuando AL2 aprovechó la ocasión para dejar atrás su país. Con 31 años vive en Tampa, Florida, desde donde se subió a un avión para llegar a tiempo al estreno del documental en La Habana vieja.

Antes de ver el film, en la terraza enclenque, mientras me paseaba por la Habana Vieja, Jon Lee Anderson me había contado que supo de AL2 por una grabación que trascendió las fronteras de La Habana. El reportero norteamericano vivió en Cuba entre 1992 y 1995, cuando revisó los diarios personales del Che Guevara para escribir la biografía sobre el guerrillero argentino. El gringo sigue yendo todavía a La Habana, una o dos veces por mes, para hacer un trabajo sobre Fidel Castro. De manera que Anderson es un experto en temas cubanos. Mientras caminábamos por el Paseo del Prado, frente al capitolio, me explicó que el rapero había grabado una canción desgarradora utilizando un clásico de la música cubana. En los años 50, Los Zafiros eran un grupo emblemático que grabó la canción Habana Hermosa. Era una oda a la ciudad turística, la más bella, la que sabe cautivar con sus edificios coloniales y la música que se escapa por los ventanales. Me dijo que AL2 había combinado aquellas melodías de Habana Hermosa, pero le había agregado en tono de hip hop unas letras que hablaban de la ciudad más oculta, de la verdadera Habana, con goteras, derrumbes y tablas en lugar de ventanas…

Con el permiso de Los Zafiros y el debido respeto /
esta Habana hermosa goza también de otros secretos /
los cuales no aparecen en ningún centro turístico /
porque hay que mantener la imagen del sitio magnífico /
oh mi Habana para el extranjero es fácil /
donde casi todos los autos que pasan son taxis /
mi turística ciudad que seres cultos la pueblan /
que se conecta a internet /
a la velocidad de la lanchita de regla /
oh mi Habana no sé si es tu malecón una distracción /
o una extensa oficina de inmigración /
son adorables tu paisajes tus hoteles /
tus ocultos burdeles para maridos infieles /
la que ha cambiado al Che Guevara por dinero /
orita sale a la venta una foto de él en cuero /
la Habana de universitarios y policías cerreros /
que aprobaron pre escolar de milagro y por los pelos /
la Habana donde se extinguió el ser humano /
y el cubano por divisa pisa al propio cubano /
donde se brinda la mano solo cuando se supone /
que luego habrá un pago que duplique la buenas canciones /
mi Habana de adoquines, cines, bicicletas, ferias /
agros dispensados, pipas, chispa de tren, e histeria /
Cerro, Marianao, Luyano, Buena Vista /
y los demás barrios humildes que no salen en revistas…

Una hora antes del estreno del documental, mientras caminábamos por San Ignacio hacia la plaza de la Catedral, los cubanos se dirigían a mí. Lo hacían siempre con una misma palabra. No eran vendedores ambulantes, pero se le parecían. Ignoraban al gringo y me hablaban a mí a cierta distancia y a los gritos, como hablan los cubanos. En La Habana es común ver gente reunida en una esquina y hablando a los gritos. Dicen que si en la calle hay dos o más cubanos hablando en voz baja es porque andan en algo turbio. Para llamar mi atención, los cubanos me gritaban: ¡México! ¡México!… Si no respondía insistían varias veces. ¿De qué país tú eres, chico?, ¿Tú eres de México?…

Anderson me dio la explicación exacta de por qué, cada vez que salía a la calle, los cubanos me gritaban ¡México! ¡México!… Dijo que los mexicanos con dinero fácil visitan, una o dos veces al año, La Habana para cubanear, que es pagarles a las jineteras más jóvenes, y muchas veces menores de edad, varios billetes a cambio de sexo. La palabra clave es México; si te das vuelta y respondes es porque estás buscando eso que vienen a buscar los mexicanos.
En sus canciones, AL2 se metió con esos tabúes. Pegó fuerte al régimen castrista y pagó un costo por la rebelión. Defendió el 26 de julio, pero reclamó igualdad para todos los cubanos. Le enrostró la pobreza de muchos; los privilegios de pocos. Habló de La Habana hermosa que se desvanece por dentro.

Además es el único lugar del planeta /
que la alimentación se adquiere con una libreta /
mi Habana de poetas y repletas guasabitas /
donde las bebé con 14 abriles ya fornican /
donde en la primera cita ya no se pide la mano /
porque hay una mano que te pide el guano cuando la visita /
mulaticas bonitas, víctimas del consumismo /
que su juventud entregaron a la causa del turismo /
que cuando le preguntan cuál es tu gran fantasía /
responden montar avión y NO sobornar más policías…

Aldo Roberto Rodríguez Baquero nació el 17 de marzo de 1983. A los veintipico se convirtió en un paradigma del movimiento rapero cubano. A quién quiera oír suele decir, hasta en sus canciones, nací en La Habana, yo soy habaneroooo. Aquel 26 de marzo regresó por unas horas para el estreno del documental y después volvió a Tampa, Florida, donde lo esperaban Aldito y Almita.

Al día siguiente, último domingo de marzo, desperté en La Habana con ganas de saber más sobre AL2. Quién era ese tipo, con pañuelo en la cabeza, con tatuaje en los brazos, que era capaz de poner en pie a toda la aldea. Quién era ese hombre que con sus letras se había plantado ante el régimen cubano como un héroe rebelde de una nueva revolución.

Yo estaba alojado en el séptimo piso de un edificio añejo muy característico de La Habana. Con balcones y rejas de hierro forjado con formas estéticas. Estaba derruido, pero se notaba que alguna vez había sido el más coqueto de todos. Tenía dos de las mejores ventanas de toda la ciudad. Desde una de ellas podía verse a la distancia el capitolio, a la derecha, y el malecón, a la izquierda. Desde la otra ventana, se veía la torre de la Plaza de la Revolución.

Eran las diez de la mañana cuando llegó El Chino, un hombre de treintaypico de años que debía el apodo a los ojos alargados. Callado y serio, casi nadie sabía que su nombre era Omaix, El Chino era el encargado de mantener todo en orden en el apartamento, como le dicen los cubanos. Fregaba el piso, lavaba la vajilla en la cocina, limpiaba los baños de las tres habitaciones, y si algún turista lo pedía también lavaba la ropa a cambio de unos cuantos billetes.

Entró en silencio, como lo hacía todos los días, cerró la puerta y avanzó hasta la cocina, donde tenía la costumbre de tomar una rejilla de tela que se calzaba sobre el hombro izquierdo, como si fuese una de las principales herramientas para tener siempre a mano. A veces usaba una gorra de tela verde.
Omaix estudió Informática y recibió el título de licenciado, lo que en Argentina sería un capo en redes y computadoras. El Chino tiene dos hijos (12 y 5 años). En aquella semana estaba dolido porque no había podido llevar al mayor al recital gratuito de los Rollings Stones. Su casa está en San Antonio de Las Vegas, a unos 45 minutos en una buseta (similar al ómnibus) desde La Habana, y el transporte era un gasto que no podía solventar para ir al concierto.

Trabajaba todo el día fregando el piso; limpiando los baños; lavando la vajilla, tendiendo las camas. A pesar de haberse licenciado en Informática no tenía otra opción que ese empleo de servicio doméstico.
Trabajar para el Estado no es conveniente por un salario de 12 dólares al mes (igual que al resto de los cubanos). En cambio, la actividad privada, y en especial vinculada al turismo, deja mayores ingresos, sin contar las propinas de los extranjeros. El Chino tenía nueve años cuando su padre cruzó a Miami. La idea era conseguir empleo en Estados Unidos y luego llevarse al resto de la familia (la esposa, el Chino y las dos hermanas). Sin embargo, pasó el tiempo y el viaje fue postergándose indefinidamente.

A los 22 años, el Chino comenzó los trámites para ingresar al Ejército cubano. Rindió los exámenes, fue pasando las etapas de preingreso y cuando faltaba apenas un paso, le cerraron la puerta en la cara. El Gobierno le negó la entrada con el argumento de que su padre vivía en Miami, pero seguía manteniendo contacto con su familia en Cuba.

-Chico, a mi casa llegaba correo de Estados Unidos, el enemigo, ¿tú me entiendes?… y entonces el Gobierno cubano dijo que yo no podía entrar al Ejército.

Era su sueño. Estaba decidido a no bajar los brazos. Le escribió una carta a su padre en Miami para romper relaciones con él. Sin vueltas le pidió que no le escribiera nunca más. Así lo hizo el padre, que siguió enviando cartas pero a sus dos hijas. El Chino quedó a la espera de que el Ejército le abriera la puerta. Las hermanas recibían las cartas, pero nunca hablaban de su padre delante de Omaix. De vez en cuando, las chicas recibían paquetes de ropa que llegaban desde Miami. Era vestimenta norteamericana de muy buena calidad que enviaba el padre para sus hijas sin tener en cuenta al Chino. Pero en Cuba las necesidades eran más grandes que la terraza del Hotel Nacional. Las hermanas vendían la ropa de marca para comprar otra más barata y con la diferencia mantener a toda la familia el mes entero. Sin darle explicaciones de nada, las chicas, también compraban ropa para el Chino.

Dos años después, Omaix insistió en ingresar al Ejército. Se inscribió. Comenzó a rendir las etapas. Repitió todo lo que había hecho antes y aprobó. Ya no tenía contacto con su padre. En Miami, el hombre había quedado dolido por la decisión de su hijo, pero tuvo que resignarse a esa elección. Se abrió la puerta y el Chino entró, a los 25 años, a cumplir su sueño en el Ejército cubano.

Como era un experto en Informática fue asignado a una oficina sobre manejo, administración y mantenimiento de computadoras, software y redes del Ejército cubano. Cuando llevaba un año y medio en esa función, el Chino estaba por cumplir 27 años, había sido papá de un varón y tenía 22 años sin ver a su propio padre, desde Miami, el hombre anunció por carta a sus hijas que iba a viajar a Cuba para visitarlas. Las chicas se entusiasmaron tanto con la posibilidad de abrazar a su padre que hablaban de ello todo el tiempo. Por supuesto, el Chino se enteró y también se contagió de entusiasmo. Pensó que podría volver a ver a su padre cara a cara, y presentarle al nieto. Era evidente que el hecho de haber sido padre había generado un cambio en él sobre las cosas de familia.

Planteó en el Ejército que su padre estaba a punto de volver de Miami en un viaje relámpago y solo de visita familiar. Dijo que quería reencontrarse con él y que pedía autorización oficial para hacerlo. El Ejército le negó el permiso. Aunque no le permitieran, estaba decidido a reencontrarse con su padre. Oficialmente le advirtieron que iba a ser expulsado y que si quería evitar esa degradación debía renunciar al Ejército antes de reunirse con un gusano. Gusano es el término despectivo que usan contra los cubanos que dejaron la isla para empezar una nueva vida en Miami. Tras pensarlo unos días, el Chino presentó la renuncia al Ejército. Sin embargo, le negaron la dimisión.

-Me decían que ya era tarde para renunciar. Que yo tenía casi dos años manjeando información sensible del Ejército y no podía reunirme con un gusano. Pero ese gusano, man, era mi padre.

Enfurecido, el Chino estaba dispuesto a enfrentar el castigo. Me contó su historia aquel domingo a la mañana; cuando ya habían pasado seis años de su renuncia y todavía seguía con bronca, dolido y resignado.

Omaix nunca escuchó a AL2 y los aldeanos y, vaya paradoja, una de las canciones parece escrita para él. La primera vez que escuché esa canción fue a través de Youtube. El video tiene más de 130.000 vistas. Eso en Cuba es una revolución. La canción se llama Héroe y es una respuesta de AL2 y Silvito el Libre a todos los cubanos que les llaman héroes, que los tratan como héroes, que los miran como héroes por sus letras de rebelión. A mí me pareció que El Chino encajaba perfectamente en la lista de héroes que describieron en ritmo de Hip Hop y que dice:

Héroe pa’ mí? Son los panaderos /
que con el horno roto hacen pan pa’ un pueblo entero /
héroe pa’ mí? es el chofer del p4 /
que maneja pa’ comprarle al hijo un par de zapatos /
héroe pa’ mi? Es el doctor de este país /
que salva vidas y en el día del cobro no es feliz /
Héroe los 5, carajo no jodas tío, /
héroe hay en taco-taco comiendo pescado hervido /
héroes los míos! que matan una caneca /
po’ que no tiene dinero pa’ irse pa’ una discoteca /
héroe es el tío del maní, que aun en la tercera edad /
la juega pa’ no ser multado por la autoridad /
Héroe la joven cubana que se mira al espejo /
y ve el reflejo de su cuerpo encima de otro cuerpo, viejo /
porque tiene aspiraciones, y la más cruda certeza /
y, hoy por hoy, las ilusiones no se pagan con decencia /
Yo no. Yo soy otro que se cansó de esta farsa /
Que vivimos diariamente dentro y fuera de la casa /
¿Qué les pasa gente? Yo no soy quien se imagina /
yo soy un tipo común, que sobre un drun, todo lo rima /
Héroes son las mayorías de nuestras madres /
Que nos crían con sacrificio, sin la ayuda de nuestros padres /
Héroe es el cubano en general que se las ha arreglado /
Pa’ inventar más que los chinos desde que estamos bloqueaos /
Mi inspiración fue la calle donde nació /
y fue en la calle también donde se crió /
lo único que he hecho es calzar mi voz /
y hacer Hip-Hop con un nombre, en nombre de to’ /
el que te dijo que YO era un héroe te engañó /
mi hermano, discúlpame /
que también un héroe /
es el que lucha y el que suda /
y más si nació en un hospital de Cuba /
Héroe sí son los maestros, que aquí sudan los talones /
con un mísero salario, educan generaciones /
no tanto el que viaja, a darle enseñanzas a otras naciones /
porque con sus condiciones, cualquiera cumple misiones /
héroes, los presos injustos en territorios cubanos /
los hermanos, que pierden a sus hermanos en alta mar /
por buscar el bienestar, de su familia y su hogar /
aquel que debe mirar, sufrir y tragarse el tufo /
héroe todo aquel que vive de un censo para pitufos /
afectados por desastres naturales devastantes /
los que aun duermen sin techo, y siguen camino alante /
héroes, pa’ mí los de antes, con la policía a los palos /
con familia en el gobierno, quién no quiere hacerse el malo? /
los del curralo, pal’ estado, sudando la frente /
que con unos kilos inventan, para alimentar a su mente /
no los que vienen de Oriente, pidiendo carné tranca’o /
héroe Camilo, qué cosa? esos son unos singao’s /
los consagrados, con cada peña, de arte contestatario /
los que escuchan Escuadrón, a todo volumen en su barrio /
héroe los que cogen diario, en una ciudad sin sombra /
más camello, que Aladino cuando no tenía la alfombra /
héroes en mesa redondas, solo en la del Rey Arturo /
porque en otras posiciones, es fácil hacerse el duro /
héroes son los de batallas, con armas, sangre y acciones /
héroes nosotros? qué va! héroes los 11 millones /

Los 11 millones de los que hablan AL2 y Silvito en sus canciones son los habitantes de la isla. Definitivamente, en esa cifra cabe El Chino. Le pregunté si, al final, se había reencontrado con su padre. Mientras fregaba el piso, ese domingo al mediodía, hizo un alto, apoyó el codo en el palo de escoba, miró hacia la ventana. Al Chino le gustaba conversar. Siempre que hacía ese gesto era porque quería hablar. Dijo que sí, que había renunciado al Ejército, que al principio no le aceptaron la renuncia, que la tuvieron demorada, cajoneada, pero que igual dejó todo y fue a reunirse con su padre y las hermanas. Más de 20 años después volvieron a verse cara a cara. ¿Y cómo fue ese reencuentro?, ¿qué te dijo?
¿Qué me dijo?… -el Chino bajó la cabeza, con la mirada en el piso, tragó saliva, hizo una pausa y, con la voz quebrada, una vez más repitió la pregunta, ¿qué me dijo?… Me miró a la cara y después de pie a cabeza y me preguntó ¿dónde están tus grados del Ejército?…

-¿Eso te dijo?, pero si no era culpa tuya… El Chino sonrió nervioso. Al final seis meses después de aquel encuentro, el Ejército le aceptó la renuncia, aunque ya se consideraba afuera y mucho antes había dejado de entrar a su oficina.

En youtube, el video de la canción Héroe sigue aumentando las visitas. En los últimos seis segundos, AL2 aprovecha para agregar una consigna que no estaba en la letra. Sin rima, pero con convicción desafía al gobierno cuando dice:

-Seguir hablando y protestando sin tenerle miedo al castigo.

La mayoría de los cubanos no tiene acceso a internet. No es como en Argentina donde cualquier vecino tiene wifi en su casa. En La Habana para conectarse a la web hay que ir a algunos de los pocos puntos de wifi que hay en la ciudad. El más concurrido está ubicado en la esquina del Hotel Tryp Habana Libre. Es uno de los edificios emblemáticos de Cuba, porque lo construyó Conrad Hilton en 1958. Antes de que cumpliera un año, el 8 de enero de 1959, al momento del triunfo de la Revolución, Camilo Cienfuegos hizo su entrada en La Habana junto con Fidel Castro y una parte de la columna de rebeldes se alojó en esa enorme torre que supo ser, en aquel entonces, el hotel más alto de Latinoamérica. Todavía pueden verse las imágenes en blanco y negro de la fastuosa celebración de gala que organizó el millonario norteamericano en el día de la inauguración y a unos cinco metros, en otra pared, al Che Guevara con un tabaco en la boca, sentado en un sofá, a la izquierda de Fidel Castro. El hotel está en el centro de La Habana, en el cruce de la avenida 23 y calle L, donde confluyen día y noche, jóvenes, adultos, hombres y mujeres con sus celulares para usar WhatsApp. Se los puede ver a toda hora con audífonos en las orejas y hablando con sus parientes en Estados Unidos.

En esa esquina encontré a Juan Antonio Vargas Lefebre, un cubano de 70 años, con orejas grandes y nariz ancha de duende. Todos los días llega con un bolso colgado al hombro en el que lleva sus herramientas de trabajo. Pasado el mediodía se ofreció para mostrar su show, en el que se introduce unos clavos en la nariz, a cambio de unos billetes para comer.Después de quitarse las piezas de metal de la nariz, abrió su morral y sacó un taladro con punta en rosca.

– Ahora empieza la película, decía sonriente. Tomó el taladro con las dos manos y colocó la punta en las fosas nasales del lado derecho. Mientras hacía su espectáculo callejero, Vargas Lefebre cantaba sonriente.

– ¡Grábalo en video!, gritaba un socio de Vargas Lefebre. ¡Grábalo en video!, insistía.

Es que a mayor ruido, mayor atención y así mayor cantidad de gente alrededor para aumentar las posibilidades de propina. Al final, Vargas Lefebre se llevó sus billetes. Iba camino a un paladar, como le llaman los cubanos a las casas de comida casera, sabrosa y económica, donde sirven ropa vieja, fricasé de cerdo, o pollo frito con arroz y frijoles. El viejo cubano se fue con su andar chueco, cargando el morral con clavos de metal, acomodando su gorra en la cabeza, y colgando el taladro en la mano derecha. Había juntado lo suficiente para un buen plato de comida, como lo hace desde hace 50 años en la misma esquina. Así lo seguirá haciendo hasta que le permitan las rodillas caminar y las narices meter los clavos y el taladro. Así es la vida en la isla, como dice otra canción de AL2, a la que llamó Cuba:

Dedicado a los que te dejaron de ver,no de sentir / a los que en balsa fueron en busca de un mejor porvenir /
a los que se quedaron y se negaron a salir / y prefirieron luchar dentro, así les cueste morir /
a los que les toca sufrir / por culpa del gobierno / paciencia, mi gente, coño / que nada es eterno /
algún día vamo’ a volver a vernos y ojalá / los de allá vengan aquí y los de aquí vayan a allá /
solo queremos felicidad pa’ los cubanos / que se joda la política y que nos demos la mano
una vez unidas, que se borren las heridas / y que nos demos la oportunidad de juntar nuestras vidas /

Yo solo quiero que tú sepas que regresaré /
que me arrodillaré y que tu suelo besaré /
que en mi vida nuevamente te tendré /
y una vez que te abrace no te soltaré /
Yo te prometo amor que no te fallaré /
que te recordaré y que pensando en ti estaré /
constantemente y abrazarte cualquier cosa haré /
donde quiera que me encuentre siempre te amaré /

Descubrí que la vida aquí no es tan sencilla / que a 90 millas en la otra orilla hay otra pesadilla /
que Miami fue una salida para prosperar / pero una vez aquí, tampoco dejas de soñar /
que a los tuyos no vas a olvidar en cualquier lugar / y que la política te roba el tiempo que es pa’ amar
que no es la buena comida y un fucking confort / nadie olvida solo se acostumbra al dolor /
internet, carne de res, mañanita con café / un día aquí es un año / coño cómo extraño parque heigts /
el malecón, el ron, la guitarra, los momentos / incluso las metas y la libreta de abastecimiento /
pa’ que dinero, televisión y fama / si no está mi chama / y mamá no vela mis sueños en la cama /
te amo mi Habana y aunque vea lugares bellos / no podré olvidar tus baches, tu calor y tus camellos /
hoy recuerdo exactamente todo lo vivido / lo ganado, lo perdido, lo llorado, lo reído / y ahora tan lejos es que me encuentro conmigo / les juro lo importante siempre fueron los amigos /
comunistas, exiliados y yo en el medio / ni con uno ni con otro de ninguno quiere un medio /
yo solo quiero empinarme de otra botella / y pedir cosas bonitas pa’ mi Cubita la bella /
ni con vista al mar, ni bajo las estrellas / se pueden borrar tus huellas. Serás siempre mi doncella /
mis abuelos, la avenida, las queridas, mi infancia / por ser mi patria, mi cielo y mi suelo te doy las gracias /
y no hay distancia, que nos separe /
y que nos separe el corazón de mi mima
porque mima donde quiera que me pare / no habrá nada que me pare mientras tú me sigas viva /
mi familia completa, mi vieja computadora, las chispas , el dominó, la entrada de mi edificio /
todo esto y mucho más recuerdo a todas horas, me parece estar ahí con mi canica en el piso /

En el video, AL2 y Silvito El Libre cantaban y doblaban el cuerpo al estilo de los raperos con los brazos extendidos en movimientos suaves al ritmo del hip hop. La grabación la hicieron en Tampa. De fondo, pueden verse los rascacielos, el paseo marítimo y las playas arenosas de la ciudad, que no llega a ser tan ostentosa como Miami ni tan abarrotada de turistas como Orlando. En Tampa vive AL2, el cubano que dejó la isla por obligación. Su voz quedó registrada en el sello discográfico Real 70. Se convirtió en uno de los más influyentes en el hip hop underground de La Habana con sus canciones de protesta. Al principio fue censurado por el régimen castrista. Por eso el primer álbum se titula Censurado. Ya no reniega de Fidel ni de Raúl, pero sí mantiene la esperanza de vivir en una nueva Cuba. “Somos personas humildes que vivimos en un país pequeño, una ciudad pequeña, el barrio es pequeño –dijo-, vivimos en una aldea, y algún día espero que todos empecemos a jalar en la misma dirección”. Juró que volverá, cada vez que pueda, para respirar el aire de La Habana, caminar por San Rafael y por la calle del Obispo, comer yuca con mojo, arroz congris, y poner de pie a toda la aldea con sus letras de poesía urbana hasta hacer estallar la conciencia social:

Yo solo quiero que tú sepas que regresaré /
que me arrodillaré y que tu suelo besaré /
que en mi vida nuevamente te tendré /
y una vez que te abrace no te soltaré /
yo te prometo amor que no te fallaré /
que te recordaré y que pensando en ti estaré /
constantemente y abrazarte cualquier cosa haré /
donde quiera que me encuentre siempre te amaré /

pa’ salir adelante no hay que dejar nada atrás /
hay señales del pasado, por donde quiera que va /
si no me dejan entrar a mi tierra ya verán /
que me hago una balsita y entro a Cuba a machacá’ /
con el cuerpo aquí, con el corazón allá /
porque es que acá no hay el amor que hay allí /
el diablo en mí no está cerca ya no verás /
saliendo por la puerta del aeropuerto José Martí

Cubaaa que linda es Cuuuuba
amo esta islaaaa…
soy del Caribe…
Cubaaa tu eres mi Cubaaa
Cubaaa… eh que de lejos se quiere más (bis)

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