Rafael Garbero

Biografía

El 12 de Octubre de 1981 fue el día que tuvo noticias de su tierra nueva. Nació en San Miguel de Tucumán, pero se crió en la verde Yerba Buena, ciudad en donde se hizo amigo de “lo chango” de la cuadra, con quienes aprendió a jugar con los cortos puestos, en cueros y ojotas, en una calle de ripio sin tráfico y poblada de árboles que hacían sombra.

El fútbol nunca fue su fuerte, aunque lo apodaron “El Tapón Gordillo” de la defensa. De chico, jugó a “la bolilla” –canicas- y a “la tapadita” con las cartas del Mundial 94´. Atrapó bichitos de luz –luciérnagas- en un frasco que se convertía en una especie de faro fluorescente que encendía a la noche. Construyó una pista de bicicross y fue un ciclista de montaña cuasitemerario. Su hábitat natural es la selva de yungas y las montañas. En Yerba Buena se dió cuenta de que si cerraba los ojos para escuchar, podría observar un pueblo aparte, uno que se expresa con sones virtuosos, una comunidad amena de aves que tienen como líder al Quetupí, un pájaro simpático que lleva puesta una casaca color limón.

Considera al pasado con respeto porque tiene presente cada uno de los relatos familiares que le contaron de niño, su abuela Esperanza y sus padres. Relatos orales que construyen identidades, relatos orales que son crónicas; crónicas de la inmigración hispanoitaliana, crónicas del exilio, crónicas de la guerra, crónicas ferroviarias, crónicas de la Argentina abundante, crónicas de la Argentina represora, crónicas del Tucumán con olor a azahar y crónicas de juventud.

En su adolescencia tardía se entusiasmó con el periodismo, la historia, la literatura, el derecho y la fotografía. Fue afecto a un partido político, aunque hoy se siente afiliado al Partido Apartidario Ad eternum, porque le gusta mucho la política. Tuvo trabajos informales, algunos insólitos. Estudia ciencias de la comunicación y colabora con distintos medios. Trabaja en áreas de prensa y comunicación en instituciones privadas y públicas desde hace cuatro años.

Se esforzó por aprender a escribir crónicas, leyó a los referentes del Nuevo Periodismo, tomó los consejos de sus generosos amigos periodistas, participó de un taller a cargo del maestro Alberto Salcedo Ramos -de quien está agradecido-, y ganó el primer premio en el concurso de crónicas narrativas, llamado “Premio Provincial de Periodismo de la Asociación de Prensa de Tucumán 2012”, con su crónica: “Doña Margarita, la andariega de Horco Molle”.

Admira a los periodistas cuestionadores, a los que aman el oficio y a los que no son conformistas. Destaca el valor esencial de esos pequeños relatos de la cotidianidad que nos ayudan a ver el mundo, que nos abren los ojos, que nos despabilan, que nos alientan a vivir a partir de lo concreto. De las historias de vida, de los testimonios, de las alegrías y los sufrimientos, de las culturas, de la vecindad y del exotismo.

Piensa que el reportaje o la crónica, como géneros escuelas, plantean una alternativa a la noticia estandarizada, que nos oxigena para contar hechos, para describir aromas, olores y colores diversos que podrían caer en el olvido si no aprovecháramos el tiempo en escribir y mostrar lo poético, lo metafórico y lo reflexivo de las voces que siempre tienen algo que decir.

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